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El testamento de Deng Xiaoping

Sorda lucha en China por la sucesión del líder

Juan Jesús Aznárez

El último emperador chino, Deng Xiaoping, redacta en los últimos años de su vida un testamento político que, por primera vez desde los sucesos de Tiananmen, ha despertado la esperanza entre muchos de quienes el 4 de junio de 1989 perdieron toda confianza en el cambio. En el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, situado en el flanco derecho de la plaza que aquel año barrieron los carros de combate, la Asamblea Nacional Popular celebra su reunión anual. El debate sobre el legado de Deng no figura en el orden del día, pero pocos asuntos suscitan tanto interés entre los diputados como la sorda lucha por el poder y la sucesión del anciano líder.

La colisión entre el conservador discurso de apertura del Parlamento pronunciado el pasado día 20 por el primer ministro, Li Peng, y los liberales pronunciamientos del hombre que con 85 años impulsa decididamente la voladura del obsoleto centralismo chino parece responder más a una seria discrepancia sobre las características y ritmo del proceso que a una estrategia sobre el reparto de papeles en su presentación pública.Li Peng pidió mano dura contra el resurgimiento del liberalismo burgués" pocos días después de que Deng Xiaoping hubiese llamado a cerrar filas contra los intentos de la izquierda comunista por torpedear la apertura. "Cada uno en el lugar que le corresponde con arreglo a su propia historia", dijeron fuentes diplomáticas.

Las averiguaciones sobre el verdadero sentido de la reaparición pública del político que sucedió a Mao Zedong al frente de un país que lucha por dar de comer a más de mil millones de personas ocupan la atención de las embajadas, de la prensa extranjera y de la sociedad china más atenta a la evolución de su propio país.

La Asamblea Nacional Popular, mientras tanto, prosigue su estudio de asuntos de importancia doméstica, pero de ninguna manera determinantes en la configuración de las grandes líneas maestras nacionales.

Preparar la herencia

Una ley sindical, otra sobre la protección de los derechos de la mujer y varias resoluciones sobre el funcionamiento de la Cámara son los principales temas anunciados. El Gobierno trata también de buscar apoyo para la construcción de la gigantesca presa de Las Tres Gargantas, una obra de 12.000 millones de dólares que cambiará el paisaje y las posibilidades económicas de una gran parte del este chino."Deng siente que se le acaba la vida y su principal preocupación es asegurar que su herencia siga adelante. Quiere pasar a la historia como el hombre que modernizó China", dice un comentarista de Hong Kong con base en Pekín. Este criterio es compartido por algunas fuentes oficiales y no pocos diplomáticos. "Deng sabe que no puede permanecer callado y arriesgarse a que los políticos más conservadores desvirtúen a su muerte las reformas por las que ha luchado toda su vida".

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El recorrido del líder por el sur capitalista y el reciente acuerdo del buró político del partido decretando un siglo más de vida para la apertura, que subrayó de hecho su carácter irreversible, fueron interpretados como un refrendo del proceso, pero también como un indicio de que la presión de la izquierda más inmovilista obligó a este movimiento físico y político del respetado dirigente.

Intelectuales chinos han advertido de que cuadros del partido y del aparato estatal efectúan una labor de zapa contra la apertura económica que neutraliza por el momento la imponente envergadura del último emperador.

Este año celebra el partido comunista su 14º congreso y es improbable que Deng pueda participar en el siguiente. Pocas veces una reunión partidista ha afrontado un trabajo político de semejante trascendencia, y el presidente honorario de la Asociación China de Bridge parece decidido a emplear toda su influencia en lograr que las conclusiones del encuentro recojan el contenido de un testamento que está revelando en vida.

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