Toritos de casta brava
Saltaban a la arena los novillos de Sánchez-Arjona y algunos eran diminutos, mientras otros no levantaban cuatro palmos del suelo, vamos al decir. Pero sacaron casta brava y, además, tenían trapío. ¡Hola! ¿Toros diminutos y cuatro-palmos con trapío? ¿De qué forma debe entenderse semejante contradicción?Los taurinos dicen no entender... Los taurinos, les hablas del trapío de los toros, y responden que ése es el cuento del viejo mayoral. Los taurinos, del trapío de los toros, lo único que saben es que no existe. Los aficionados, sin embargo, poseen un criterio claro acerca de la controvertida cuestión. Es el caso de la Maestranza y de Las Ventas, cuyas respectivas aficiones, en la asignatura del trapío, son catedráticas.
Arjona / Sánchez, Senda, Rosa
Novillos de Sánchez-Arjona hermanos, terciaditos aunque con trapío, inválidos en el primer tercio, crecidos y nobles en los restantes.Manolo Sánchez: cuatro pinchazos -aviso-, media estocada caída y rueda de peones (silencio); dos pinchazos, estocada trasera -aviso- y descabello barrenando (vuelta). Paco Senda: bajonazo (oreja); bajonazo descarado (oreja). Ángel de la Rosa: bajonazo descarado (oreja); estocada caída (oreja). Senda y De la Rosa salieron a hombros por la puerta grande. Plaza de Valencia, 21 de marzo. 10ª y última corrida fallera. Dos tercios de entrada.
El trapío es aquello que se ve y no se puede explicar. El trapío es como una aurora boreal en los Mares del Sur. Los aficionados, por ejemplo, cada vez que van a los Mares del Sur, a lo mejor no pueden describir lo que están viendo, pero lo reconocen de inmediato, y entonces señalan con el dedo el horizonte, afirmando: "¡Eso es una aurora boreal, señores!".
Con el trapío ocurre otro tanto. El año pasado, por San Isidro, sacaron unos toros que pesaban arriba de los 600 kilos, y la gente esperaba expectante su aparición. Una vez en el redondel, sin embargo, se sentía decepcionada. Y ya se levantaban los aficionados señalando con el dedo, el producto cárnico, para denunciar solemnemente: "¡Eso no tiene trapío, señores!".
La única definición correcta de trapío se la reveló cierto aficionado veterano a sus amigos íntimos, un atardecer que se reunieron a conspirar taurinadas en el rincón penumbroso de un colmao madrileño. Lo que habló se refería a don Mariano Cañetillo, alto funcionario de la Administración del Estado, que era enanito. "¿Vosotros habéis visto", decía el aficionado, "cuando don Mariano juega al póquer, y abre las cartas en la mano y, de repente, mira al jugador de enfrente por encima del abanico de naipes?. ¡Pues eso es el trapío!".
Tal cual, eran los toritos bravos de Sánchez-Arjona. Débiles en el caballo, crecidos en banderillas, codiciosos y pastueños para las muletas, chiquititos y cuernicortos, en cuanto miraban por encima de los anipes ya estaban infundiendo respeto. Los toreros pudieron hacerles faenas de antología, si se lo hubieran propuesto, pero no parecía ser esa su intención. Los toreros lo que querían era pegar muchos pases. Y los pegaron, en efecto. Cargando la suerte o escondiendo la pierna contraria, corriendo con largura y templanza la mano o dejando corto el pase, a derechas o a izquierdas, Manolo Sánchez, Paco Senda y Ángel de la Rosa pegaron todos los pases que les vino en gana. Y cuantos más pegaban, la boyantía de los novillos más hacía echar en falta el toreo hondo y bello.
Premiado fue Manolo Sánchez con ovaciones, a hombros salieron Senda y De la Rosa, todo ello con el debido merecimiento. Ahora bien, en aquella rueda-rueda del apoteosis, faltaba el mayoral; el que crió con mimo y sacó tan nobles los toritos de casta brava.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.