Pobres chicos

La provocación ya no es lo que solía. Estas buenas gentes que presentan El artificio tienen todavía una idea provinciana de esta cuestión. Alusiones al y reproducciones del miembro viril, poemillas pornográficos de clásicos: proyecciones con vírgenes en celo, banderas españolas, escudillos de autonomías en el trasero de las bailarinas, ¿qué? Las palabrotas, ahora, son privilegio de los menores de cada familia. Hace falta algo más. Boadella, por ejemplo, es mucho más moderado y provoca más, sobre todo a quienes lo están deseando o fingiendo: por ingenio, cultura teatral y, precisamente, porque tiene el arte de hacer parecer cualquier transgresión menor como una gran ofensa. Ha tenido, es cierto, espléndidos enemigos que le han ayudado. Estos pobres chicos y chicas, con la estética de lo cutre, el mal recitado de Quevedo o Lope, los cartelones de ciego, la mala música y la mala voz, no alcanzan a nada. Son cortos -poco más de una hora- y, sin embargo, cansan y aburren. Son, en fin, malos en ese oficio. Hay que anotar que están producidos por el Festival Internacional de Friburgo, por el Mercat de les Flors (Ayuntamiento de Barcelona) y subvencionados por el Ministerio de Cultura. Algo grave está pasando.Mejor habría hecho el festival trayéndose al Molino de Barcelona: por lo menos es genuino, tiene su estilo propio, y su gracia. Por cierto, el festival: tiene un principio siniestro, está en calidades muy bajas y se parece cada vez más al fracaso del año pasado.