Andreotti culpa a un juez de la falsa alarma golpista en Italia
El presidente del Gobierno de Italia, Giulio Andreotti, culpó ayer a un juez de Bolonia de haber suscitado el estado de alarma que, adecuadamente filtrado a la prensa, conmocionó el miércoles a la opinión pública con noticias de un golpe de Estado. "El problema no ha sido Scotti [el ministro del Interior]. Lo que ocurrió es que la noticia provenía de un magistrado con una trayectoria responsable, pero luego se demostró que la fuente no era seria", dijo ayer en Milán un Andreotti imperturbable.La semana pasada, Andreotti fue el primero en aludir a "un proyecto de dictadura" tras el asesinato de Salvo Lima, su hombre en Palermo. Durante las últimas 48 horas había mantenido un silencio total, dejando que creciera la bola de la amenaza de golpe de Estado, inverosímil desde un principio.
Vincenzo Scotti, el ministro del Interior, informó ayer, por su parte, al Parlamento de que nunca había hablado de "golpe", sino sólo de "prevención". También aseguró que, aunque su alarma a los gobernadores, conocida por la prensa hace 48 horas, databa de febrero, él no había sabido hasta estos días la identidad del informador sobre el presunto plan de desestabilización que desató las medidas preventivas adoptadas por su ministerio. Y finalmente dijo ignorar quién había podido filtrar toda la historia a Ansa, la agencia de noticias del Estado.
Mitómano
El informador del juez boloñés, un neofascista llamado Elio Ciolini, condenado por estafa y calumnia, es un mitómano sobradamente conocido por toda la seguridad del Estado.El lamentable incidente electoral, difícilmente concebible en otro país europeo, quedará en eso. Se cierra con una explicación tan poco verosímil como la noticia que le dio origen.
Siguen abiertos, en cambio, los problemas planteados a Andreotti por la desaparición de su hombre en Palermo: el asesinato de Lima ha dejado libres muchos miles de votos sicilianos que tradicionalmente han ido a su corriente democristiana, y la orientación actual de tales votos, cuando la preferencia única vuelve más incierta la elección de cada candidato, es un misterio.
Andreotti es ya senador vitalicio y, por tanto, no precisa de esos votos para colocarse él mismo en el Parlamento. Pero sí necesita que sean elegidos los hombres de su corriente para poder seguir siendo primer ministro o al menos suceder a Cossiga en la jefatura del Estado.
La confección de las listas democristianas suscitó, por ese motivo, un enfretamiento abierto entre Ciriaco de Mita, líder de la izquierda, y Andreotti, que colocó a sus hombres en los lugares preferentes.
El asesinato de Salvo Lima tiene así un indudable sentido político, en la medida en que representa un desafío abierto de la Mafia al futuro político de Giulio Andreotti, en una Sicilia que ha sido su feudo.
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