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Tribuna:LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA DE EE UU
Tribuna
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No hay remedios milagrosos

A pesar de que las presiones políticas son enormes, es imposible conseguir inmediatamente una reactivación espectacular de la economía norteamericana. Aunque estemos en época de elecciones no hay remedios milagrosos. La recuperación va a ser muy lenta, al menos durante los próximos 12 meses. Un recorte de los tipos de interés ciertamente no garantiza una recuperación de la economía. No debemos olvidar que durante la Depresión, los tipos de interés quedaron reducidos a cero. Pero hasta el inicio de la II Guerra Mundial no nos recobramos por completo de la Depresión. Otras cuestiones, como el control de la oferta de dinero a corto plazo, y el aumento de la productividad y un incremento de los ahorros a largo plazo, son indicadores mucho más importantes a la hora de saber si la economía norteamericana superará la crisis y logrará un crecimiento sólido y sostenido.Esto se debe a que no nos encontramos en una recesión cíclica normal, sino en una situación fuera de lo corriente que se caracteriza por el excesivo endeudamiento acumulado por Estados Unidos durante la pasada década. Ahora estamos pagando el precio por nuestros derroches.

Por otra parte, es poco habitual que nuestros socios comerciales de Europa y Japón se encuentren también en una situación difícil. El déficit alemán se sitúa en estos momentos entre el 5% y el 6% del producto nacional bruto (PNB), lo cual reduce la posibilidad de que se introduzcan incentivos fiscales adicionales.

En lo que respecta a la política económica, me gustaría destacar un par de factores de largo alcance. Siento tener que decir que la lamentable coyuntura en que se encuentran estos factores no permite ser demasiado optimista a corto plazo. Pero si pueden corregirse, las perspectivas a largo plazo mejorarían considerablemente.

En Estados Unidos, la productividad ha experimentado un crecimiento bastante débil durante 20 años: alrededor de un 1% anual. La inversión, comparada con la media histórica, ha sido enormemente baja durante los 10 últimos años. Japón, cuyo tamaño en cuanto a población y PNB es la mitad del de Estados Unidos, invierte anualmente tanto como nosotros.

Naturalmente, esto está relacionado con el bajo nivel de ahorro, que es crónico en Estados Unidos. Todo lo que hay que decir sobre el tremendo falta de ahorro del país se resume en las últimas cifras del déficit del presupuesto federal: ¡casi 400.000 millones de dólares!

Ahorro y mercados

La principal cuestión de política económica en lo que se refiere a cómo relanzar el crecimiento es ésta: en un mundo con enormes posibilidades para la inversión -Europa del Este, la antigua URSS y América del Sur-, ¿dispondremos del ahorro necesario para invertir, de forma que podamos hacernos con los nuevos mercados que comienzan a abrirse?

Para aprovechar las oportunidades que permitirían una recuperación del crecimiento, debemos conseguir estabilidad en los precios, es decir, una inflación baja. Y, lo digo una vez más, tenemos que conseguir acabar con el gasto excesivo crónico y elevar la tasa de ahorro.

Nunca se insistirá lo suficiente en que es de vital importancia que la Ronda de Uruguay del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) concluya con éxito. Esto garantizará la liberalización del comercio y la apertura de los mercados en todo el mundo. Si no resolvemos pronto las desavenencias acerca del GATT, sobre todo entre Europa y Estados Unidos, todos tendremos que hacer frente a serios problemas.

Puesto que ahora nos encontramós en una recesión, los tipos de interés son bajos. ¿Seremos capaces de mantenerlos así durante un periodo de recuperación? Gracias a los bajos precios del petróleo, a la moderación salarial y a la competencia mundial, tenemos una buena oportunidad para mantener baja la inflación. Las perspectivas de que los tipos se mantengan bajos a largo plazo serían mejores aún si pudiéramos complementar la baja tasa de inflación con un incremento del ahorro, sobre todo mediante una reducción del déficit del presupuesto federal.

Es posible que dentro de poco llegue el momento en el que Estados Unidos, igual que sus socios europeos, pueda introducir un impuesto sobre el valor añadido. Dependiendo de la forma en que se aplique este impuesto, se podría recaudar una cantidad considerable de forma relativamente eficaz. Éste sería un magnífico instrumento para recortar verdaderamente el déficit sin necesidad de gravar aún más las rentas.

Mi opinión es que, de cumplirse estas condiciones, hay suficientes razones para ser optimistas con respecto a la segunda mitad de esta década. Lo que me preocupa es la posibilidad de que las reacciones políticas ante la lentitud de la recuperación económica a corto plazo puedan ser contraproducentes para lo que es verdaderamente necesario si queremos que el rumbo de la economía norteamericana esté corregido a mediados de los noventa.

Afortunadamente, el programa del presidente Bush, tal como quedó esbozado en su reciente discurso sobre el Estado de la Unión, se aparta por el momento de políticas expansionistas agresivas en el terreno fiscal, las cuales no harían sino empeorar a la larga el endeudamiento. La mayor parte de sus medidas se centra donde debía: en estimular la inversión. Esto es en cierto grado esperanzador.

Los mercados de aquellas partes del mundo que acaban de recuperar su libertad ofrecen inmensas posibilidades, lo que puede dar lugar a un crecimiento económico en Estados Unidos. Si en estos momentos difíciles somo capaces de evitar el recurrir a procedimientos expeditivos, que pueden ser rentables desde el punto de vista político, pero perjudiciales para la economía, puede que de verdad lleguemos adonde queremos.

Paul Volcker fue presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos entre 1979 y 1987.

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