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¿Cómo tributa el SMI en la renta? ¿Por qué a la subida se le aplica un tipo cercano al 40% en el IRPF?

Cerca del 20% de los perceptores del salario mínimo interprofesional pagarán unos 300 euros como retención. Supone un tipo marginal del 43% sobre los 700 euros anuales de mejora retributiva. El tipo medio del total de su renta es muy inferior, del 1,8%

Una mujer trabaja en la limpieza de las ventanas en un hotel de Sevilla.
Una mujer trabaja en la limpieza de las ventanas en un hotel de Sevilla.PACO PUENTES
Pablo Sempere

La subida del salario mínimo interprofesional (SMI) hasta los 16.576 euros —una mejora de 700 euros al año— ha quedado opacada por las discrepancias internas en el Gobierno acerca de su tributación en el IRPF. El Ministerio de Hacienda, tras varias semanas estudiando las opciones, ha tomado la decisión de no acompasar el impuesto sobre la renta con la mejora retributiva como había hecho otros años. Esto provocará que parte de los perceptores tengan que tributar por vez primera por el SMI. El PSOE defiende esta vía y argumenta que el salario mínimo ha subido un 61% desde 2018 y que ha ido acompañado de varias rebajas fiscales. Al subir el nivel, cada vez hay más trabajadores afectados, por lo que ya habría llegado el momento de que empezara a tributar en el IRPF. Al otro lado, se encuentra una amalgama política compuesta por Sumar, por los socios de izquierdas de la coalición y por el principal partido de la oposición, el PP. Todos exigen una nueva actualización del impuesto sobre la renta para dejar exento el aumento del SMI y prometen dar la batalla para lograrlo. La razón es que los trabajadores afectados por el alza fiscal, aunque sean relativamente pocos, tendrán que pagar a Hacienda 300 euros de la subida, es decir, un tipo impositivo de cerca del 43% que se debe a una anomalía técnica del impuesto.

Ese gravamen, inusualmente elevado para tratarse de rentas bajas, es conocido como tipo marginal, y es el recargo máximo que llega a soportar un contribuyente en algún momento de la escala de los diferentes tipos impositivos con los que está diseñado el IRPF para buscar la progresividad: que quien más renta perciba más tribute.

Este tipo marginal tan alto lo soportan en casos muy concretos las rentas bajas que experimentan una subida. Se explica por el diseño con el que opera el impuesto sobre la renta, que sufre desde siempre de un comportamiento errático en los tramos inferiores. Las consecuencias de esta distorsión se ven cuando un contribuyente supera ciertos umbrales de ingresos. Dicho de otra forma: ese momento en el que, por cada euro que gana de más, debe tributar también en mayor medida. Es algo que afecta casi en exclusiva a los solteros sin hijos (aproximadamente el 20% de los perceptores del SMI), ya que el resto de contribuyentes suele tener derecho a distintas deducciones por la situación familiar.

El fenómeno se produce por la simbiosis entre dos conceptos. El primero es el mínimo exento, que marca el límite a partir del cual hay que rendir cuentas con Hacienda. Hacienda quiere dejarlo fijado en los 15.876 euros actuales, lo que equivale al SMI que operaba en el año 2024. El otro es la aplicación de las reducciones por rendimientos del trabajo. La mezcla de ambos provoca que los trabajadores con rentas bajas soporten una retención excesiva en situaciones particulares, como el caso de los perceptores del SMI. Es un fallo en el esquema del gravamen, ya que el tipo marginal, una vez que se superan estos umbrales, vuelve a bajar drásticamente para las rentas inmediatamente posteriores (hasta el entorno del 30%) y empieza a subir progresivamente a medida que crecen los ingresos.

¿De dónde viene este problema? Existen varias reducciones por rendimientos del trabajo, que supone la principal fuente de renta de los contribuyentes. La primera reducción, por norma general, es de 2.000 euros para todos los asalariados. Y a ella se le unen otras adicionales de carácter variable. Se empieza con una de 7.302 euros para quienes tienen rendimientos iguales o inferiores a 14.852 euros anuales, y el beneficio va aminorándose poco a poco a medida que se aumenta la renta, desapareciendo a partir de los 19.747,5 euros anuales. Es decir, según aumenta el salario va decayendo la ventaja fiscal a la que se tiene derecho. Es eso lo que provoca que el marginal se dispare hasta superar el umbral del 40% en esos tramos.

En la práctica, siempre y cuando la decisión de Hacienda se haga efectiva, los contribuyentes que ganen el nuevo SMI tendrán que tributar por 700 euros, una cifra que es el resultado de restar el mínimo exento vigente (15.876 euros) del nuevo suelo retributivo (16.576 euros). Con el tipo marginal del 43%, la retención será de 300,03 euros. En cambio, si se mira la retención sobre el total de los ingresos, el tipo medio sería de apenas el 1,8%.

A partir de estos tramos, el resto de rentas bajas también soportarán una tributación marginal del 43%. Así, un asalariado que llegue a los 17.000 euros tributará por 1.124 euros (siempre que el mínimo exento se mantenga en los 15.876 euros) y pagará 483 euros. Un trabajador que cobre 18.000 abonará 913,32 euros, otro que llegue a los 19.000 perderá 1.343 y otro que gane 20.000 pagará 1.773 euros. Cabe recordar que estos abonos se producen normalmente a través de la retención que hace el empleador, ya que los contribuyentes de rentas bajas no están obligados a presentar declaración.

El comportamiento errático del impuesto en estos tramos lleva sucediendo desde hace ya muchos años. Por eso, con las últimas subidas del SMI, Hacienda había adaptado siempre el mínimo exento del IRPF para minorar el recargo fiscal que sufrirían las rentas más bajas. Es lo que sucedió, sin ir más lejos, en 2024, cuando tanto el salario mínimo como el mínimo exento subieron desde los 15.000 a los 15.876 euros. Ahora, con la última mejora salarial, el SMI ha subido un 61% desde 2018 y en Hacienda creen que ha llegado el momento de que empiece a tributar, de la misma forma que paga cotizaciones sociales.

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Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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