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LAS CUATRO ESTACIONES

Los Palos del Sur

20 años de mala fama que respaldan quienes nunca estuvieron allí

Francisco Peregil

La estación Sur de autobuses es uno de esos lugares cuyos detractores nunca han visitado y sobre los cuales la madre cauta dice siempre a la hija: "Ten cuidado, niña, que el otro día la pusieron en la tele muy mal, con mucho golfo y drogadicto por allí". Han sido 20 años en los que ha arrastrado una merecida fama de ilustre academia de navajeros, pedigüeños, violadores, carteristas y atracadores cuya única arma era el taxi.

Son las doce de la noche, hace mucho frío, y un taxista de voz ronca cuenta a sus colegas, frente a la estación de metro de Palos de la Frontera, que montó una vez a un yonqui y lo llevó a la avenida de Guadalajara. "Allí me puso el tío un cuchillo en el cuello de tal forma que si le da por temblar no lo cuento ahora. Como pude me tiré del coche y el tío cogió el dinero que llevaba y salió corriendo. Me fui al maletero, cogí un hierro y salí detrás de él para que me devolviera todo. Había lo menos cien tíos mirando la escena, y yo detrás del menda en el descampado; de repente, cuando lo voy a coger, se saca el cuchillo y se viene hacia mí. Total, que yo salgo corriendo otra vez para el coche, después me di la vuelta y salí detrás de él y allí no había quien se entendiera ya. Hasta que gracias a Dios vino un policía de la comisaría de San Blas y lo detuvo. La gente decía: 'Hay que ver los cojones que le ha echado el taxista'; y yo les dije: 'Ahora, mucho rajar, pero antes no hicisteis nada, partía de cobardes".La risa de sus colegas suena tan incesante como artificial. Uno de ellos se dirige a los transeúntes con paquetes: "¿Taxi, señor?". Sus colegas siguen vociferando, hablando de la inseguridad en San Blas, de Encarna Sánchez y de un tal Eladio, "jefe del grupo de los taxistas", del que despotrican. Así que con aspecto malencarado, en la estación del Sur sólo queda el taxista nocturno, siempre a la defensiva ("estos periodistas, siempre preguntando lo que no deben para escribir mentiras después").

Desde noviembre de 1990, comerciantes, vecinos y, por supuesto, la empresa concesionaria de la estación coinciden en que la seguridad ha aumentado. "Hombre", explica un jefe de estación, "hay gente despistada que parece que deja las maletas a conciencia para que se las lleven, y, claro, siempre hay alguien que se las lleva". Algún "problemilla" sí que reconoce: "Se han venido los homosexuales de Atocha, y de vez en cuando tenemos que echarlos de los lavabos".

A pesar de todo, por la noche no hay quien le quite a la estación su aspecto lúgubre. Sólo el aire inocente y cansino de los viajeros que desfilan por allí, sobre todo obreros, puede hacer creer que su constructor no tomó ningún alucinógeno al diseñarla. Lúgubre, que no insegura ni sanguinaria.

A cambio, como compensación, el paisaje ofrece variedades. Tal vez sea el lugar de España donde mayor variedad de bolsas de viaje puede verse. Bolsas con un naranjito del Mundial 82, y un bocadillo dentro que servirá para el descanso en cualquier obra de la construcción. Cada vez que hay un muerto en accidente laboral se quejan los sindicatos de que es inhumano trabajar horas extras después de los largos viajes que cargan en la espalda los que vienen de Cuenca, Toledo, Avila y sus pueblos. Bolsas, también, con las mejores marcas de deportes: sus dueños están recién salidos de colegios mayores y van en dirección a Galicia, Asturias o Pontevedra con transistores para escuchar por el camino a José María García. Y bolsas de plástico de marca Cacharel, en manos de una toledana de 20 años que viene a ver a su novio de Vallecas. Todo eso y más, en un sitio que nunca se quitará la fama de marginal aunque instalen allí la discoteca Pachá.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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