Honorabilidad
Que triunfe la honorabilidad, eso desde luego. Por supuesto que todos los mentados en el caso Ibercorp no tienen ni lo más mínimo que ver con los manguis casposos de la ciudad profunda. Con los tironeros de chupa de cuero y entrecejo peludo. Vas a comparar a estos señores con esos ladronzuelos a los que incluso les hieden las patas. Mientras que los de Ibercorp van deslumbrantes, con la mirada altiva, las papadas sedosas y las bocas satisfechas, quizá ensayando ya el rictus de prohombre que habrá de tallarse en el busto de mármol.La honorabilidad ante todo. Ahora resulta que Mariano Rubio es una pobre víctima y que le han engañado, a él y a la mitad de su familia. Pues nada, si todos lo dicen será así; y dentro de poco quizá nos dirán que también De la Concha es un alma cándida; y que si se autovendió acciones por el doble de su precio real y se concedió un crédito multimillonario al 0% de interés, fue de lo puro inocente que es el hombre. Estas gentes tan finas y que trabajan tanto. Hacedores de naciones, constructores de Estados. Ellos sí que se merecen la honorabilidad. Porque ésta es una palabra que exige pedigrí, corbata y chófer. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, hablar de la honorabilidad de un presunto ratero encerrado en prisión en espera de juicio: como mucho se dirá de él que es inocente. Y es que los presos comunes suelen carecer del dinero suficiente para costearse palabras tan largas. Que quede claro, pues: estas gentes de los altos líos financieros nada tienen que ver con los rateros. Y precisamente por eso, porque no tienen nada que ver, el pringado al que le acusan de robar la radio de un coche puede dar con sus huesos en la cárcel. Mientras que a los de Ibercorp tan sólo les escocerá un poquito la honorabilidad y luego se irán con los negocios a otra parte.
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