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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Urnas pacíficas

LOS CIUDADANOS de Cataluña van mañana a las urnas, tras una campaña electoral mortecina. El escaso relieve de esta campaña se debe quizá al sano aburrimiento que debe presidir el funcionamiento regular de las democracias, asimilado ya por la sociedad catalana, hecha a tomar la confrontación de candidatos y programas sin dramatismo ni crispaciones. Y que sería insólito, por lo pacífico, en otros pagos. También algo tiene que ver la tendencia unánime de todas las encuestas, que dan como vencedora a la coalición Convergència i Unió y sólo dejan abierta una rendija de incertidumbre sobre la mayoría absoluta en función del nivel de la abstención electoral.Otros aspectos de la atonía política se vinculan a la desmoralización que sufre el ciudadano respecto al buen funcionamiento del sistema político, a la sensación de que los casos de corrupción aumentan en la vida pública y al distanciamiento creciente con el que se contempla la actividad de los representantes de los ciudadanos. El índice de abstención será una buena medida de la correspondencia entre el tono de la campaña y la desmovilización de los ciudadanos, y dará una idea asimismo del peso y el prestigio que ha ido adquiriendo el poder autonómico. Una baja participación sería un descrédito para todos.

La moderación de los programas de las mayores fuerzas, y más en concreto la explícita posibilidad de que se produzca una alianza entre convergentes y socialistas, tanto en Barcelona como en Madrid, ha contribuido también al bajo perfil del clima electoral. Como lo ha hecho la actitud de la mayor parte de los partidos y candidatos, que han rehuido el debate abierto y directo ante sus electores. De hecho, un único debate en la televisión autonómica entre los candidatos a la presidencia de la Generalitat permitió por primera y última vez un inicio de enfrentamiento entre ideas y programas. El escaso interés espontáneo de los candidatos por el enfrentamiento quedó demostrado por el silencio clamoroso con que acogieron la invitación de la conductora del programa a continuar el debate otro día.

No debe extrañar, sin embargo, la escasez de pulso de los candidatos: responde a la cultura política dominante, que desborda el ámbito de Cataluña, pero que se halla bien instalada en el Parlamento catalán, más atento a la contemplación complacida o airada de las actividades del Gobierno que al estímulo a la participación y a la superación de las inhibiciones por parte del ciudadano.

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Esta campaña ofrece, de otra parte, alguna aportación a la clarificación de la vida pública. Hay dos partidos que ofrecen nítidamente, sin dobles lenguajes, apuestas por modelos culturales o políticos que habían quedado diluidos en la ambigüedad. Se trata de Esquerra Republicana, con su apuesta por una independencia obtenida pacíficamente, y del Partido Popular, el que con menos ambages incorpora la doble adscripción a la cultura, la lengua y la identidad catalana y española. Las cuentas electorales de una y otra opción permitirán sopesar datos importantes que hasta ahora se hallaban agazapados en el mapa electoral catalán.

Los resultados también deberán despejar otras incógnitas, alguna de las cuales puede tener traducciones inmediatas en el conjunto de la política española, como son los avances o retrocesos que puedan sufrir las dos principales fuerzas de ámbito español, socialistas y populares, y la fuerza que adquiera CiU con vistas a posteriores pactos para la gobernación de España. Pero el resultado más espectacular augurado, salvo imprevistos descartados por el momento, es que una fuerza política puede situarse en la perspectiva de alcanzar 16 años a la cabeza del Gobierno catalán, periodo que marca el crecimiento de una entera generación y que constituye todo un caso, excepcional para lo que suele suceder en nuestras latitudes.

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