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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Injusticia frustrante

EL PAÍS del 16 de febrero trae en su Revista de Prensa (página 10) un artículo del Time que no tiene desperdicio. Merecería la pena comentar cada frase, empezando por el título Solo ante el peligro, pero sería demasiado largo. El argumento fundamental del artículo se puede resumir así: las películas de Hollywood son perfectas, pues el malo siempre pierde ("muerte limpia", ¿quirúrgica?) y el bueno siempre gana ("final, feliz"). Desgraciadamente no sucede lo mismo en la realidad, que tiene un guión más complejo, y eso es una gran frustración.

Un análisis tan penetrante merecía sin duda ser conocido y difundido. El problema es que, en un punto preciso, el ridículo se confunde con la indecencia: la referencia a la guerra del Vietnam como una batalla de voluntades entre Ho Chi Min y Johnson. Es decir, no hubo dos millones de vietnamitas muertos (un millón de civiles) bajo las bombas, el napalm, el fósforo, la dioxina y demás armas químicas, no hubo millones de vietnamitas heridos, mutilados, torturados, deportados, traumatizados irremediablemente, el tercio de la superficie del país no fue cubierto por cráteres de bombas, miles de aldeas de campesinos indefensos no fueron completamente arrasadas, ciudades como Vinh (60.000 habitantes) no fueron bombardeadas hasta no quedar siquiera las fundaciones de los edificios, la infraestructura del país (carreteras, puentes, fábricas, escuelas, hospitales, diques para el cultivo del arroz... ) no fue sistemática y científicamente destruida, no hubo una política deliberada de infligir el máximo sufrimiento y hambre a la población civil ni de asegurarse que el país quedaría sumido en la miseria por muchos años. No pasó nada de eso. El campo de batalla fue puramente espiritual. Y al ser los vietnamitas gente muy terca, el pobre Johnson (el bueno) se tuvo que rendir, o sea, tuvo que dejar aquel país en manos de sus propios habitantes.

Una injusticia histórica frustrante.- Ángel Tapia Fernández.

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