La autolimitación, mejor arma del sindicalismo responsable
La reciente conflictividad en el transporte colectivo de la Comunidad de Madrid, y muy especialmente en el de su capital, está dando lugar a una multiplicidad de interpretaciones avalada en gran medida por la desinformación del usuario y la confusión que propicie la riada de declaraciones públicas de los diversos agentes que intervienen en el complejo entramado de la prestación de un servicio que, a nuestro modesto entender, no puede deslindarse en la mayoría de los casos de su condición de bien comunitario.Es muy probable que la opinión pública se haya venido interrogando en los últimos días sobre la casuística de coincidencia en los paros de los diferentes medios de transporte, básicamente EMT y Metro. Igualmente parece lógico aceptar que tal coincidencia haya suscitado una cierta desconfianza acerca de la naturaleza meramente laboral de los mencionados conflictos. Por ello, consideramos necesario explicar a los ciudadanos las distintas causas y efectos que han motivado esta serie de huelgas.
Comenzando por el Metro, convendría aclarar que aunque sus paros (felizmente resueltos a mediados de semana, gracias a la sensatez y sentido de la responsabilidad de todas las partes involucradas) se han dado cita en el tiempo con los de otros medios de transporte, han tenido como raíz única el desacuerdo en unas negociaciones de convenio colectivo ya iniciadas el año pasado en el que la parte social reivindicaba una mejora de las condiciones laborales. Y buena prueba de ello es que, una vez salvada la discrepancia entre peticiones y ofertas, se ha vuelto a la más absoluta normalidad y a la reconducción de unas relaciones laborales que todos deseamos fructifiquen en el futuro en un clima de sosiego y entendimiento entre la dirección de la empresa y los agentes sociales.
En segundo término, y haciendo un somero análisis de la situación en los transportes interurbanos, esto es, autobuses de actividad regular y discrecional, habremos de reseñar y subrayar que el conflicto ha sido auspiciado por una desafortunada y exasperante intransigencia patronal que ha venido sistemáticamente desdeñando las propuestas presentadas por los sindicatos representativos en el sector, propuestas que, una vez más, reclamaban algo tan elemental y natural como un convenio regulador de las condiciones laborales de todos los trabajadores del sector, sin distinción de empresa o rama, y, lo que es más importante para el usuario, una regulación de la jornada de trabajo que contribuya a la disminución drástica de la siniestralidad registrada hasta la fecha y que representa un flagrante atentado a la seguridad de los viajeros que utilizan este medio de transporte.
Paros simultáneos
Y para salir al paso de las posibles acusaciones de coincidencia de los paros anunciados en este sector con los que ya vienen siendo habituales en la EMT, convendrá recordar que los sindicatos convocantes de esta huelga en el transporte de viajeros, demostrando un verdadero ejercicio de responsabilidad colectiva, dsconvocaron los paros inicialmente previstos para los días 17, 28 y 29 de febrero, con la esperanza de que durante esa semana se consiguiera alcanzar un acuerdo en EMT y Metro. Naturalmente, y puesto que al día de hoy la patronal no ha variado su postura un ápice -como viene siendo habitual desde el mes de noviembre-, ha sido necesario anunciar un calendario de paros a partir del día 2 de marzo. Y que quede bien claro que los sindicatos no hemos tomado esta decisión por gusto. De ninguna manera. Porque la huelga pedudica al usuario, ¡sin duda!, pero también pedudica el monedero del trabajador que ve mermados unos ingresos de los que, en la inmensa mayoría de los casos, dependen muy directamente él y los suyos.
Pasemos ahora a analizar el caso de la EMT. Resulta cuando menos significativo que en este conflicto no haya intervenido ninguna de las dos organizaciones (UGT o CC OO). La Plataforma Sindical, órgano que ostenta la mayoría absoluta en el comité de empresa de la referida compañía, ha iniciado una carrera cuyo recorrido no deseamos enjuiciar. Sin embargo, y por la misma razón que desde el principio nos ha hecho respaldar abierta y públicamente las reivindica ciones laborales de los trabajadores, no podemos aprobar en modo alguno los métodos exhibidos hasta ahora por los organizadores del conflicto, porque estamos convencidos que a lo único que están contribuyendo es a precipitar una serie de reacciones en cadena que no van a beneficiar lo más mínimo a los trabajadores ni a los usuarios. Ahora bien, dicho esto queremos añadir que quien ha empezado algo en solitario debe acabarlo también en solitario, y, desde luego, asumir íntegramente las consecuencias derivadas de su actuación.
Todo lo expuesto hasta aquí refleja una realidad incuestionable: sólo aquellas organizaciones sindicales debidamente estructuradas y consolidadas en toda la clase trabajadora poseen los mecanismos adecuados y suficientes para autolimitar sus acciones y autorregular sus manifestaciones públicas. Si alguien tiene aún sus dudas puede encontrar fácil respuesta en las hemerotecas, y hoy en la calle...
Esta realidad debe empujar a políticos, empresarios y trabajadores a una verdadera, seria y definitiva reflexión. En síntesis, se trata de elegir entre el ejercicio de un sindicalismo responsable y cualificado o las destemplanzas de cualquier grupo extemporáneo que, llegado el momento y a causa de las falsas expectativas que ha creado, no sepa ni pueda controlar situaciones a las que no se debería haber llegado.
Creemos sinceramente que el carácter público o privado de una empresa no será jamás condicionante per se para proporcionar la prestación de servicios adecuada a los requerimientos de la cuidadanía. Más bien, el debate debe centrarse en la competencia o incompetencia de los gestores que manejen el timón de las empresas, sean éstas de una naturaleza u otra.
Único transporte
Sin embargo, debe recordarse que un servicio como el transporte colectivo en las grandes urbes no puede dejarse al libre albedrío de las puras leyes del mercado, por ser algo tan obvio como sabido que los beneficios generados por estos servicios no pueden quedar reflejados exclusivamente en la cuenta de resultados, pues, en tal caso, ¿quién habría de cuantificar su incidencia en la calidad de vida del ciudadano y en su aportación a la ríqueza colectiva y al dinamismo generado en esa sociedad? Sería algo así como pretender contabilizar el rendimiento de un investigador por el resultado inmediato de su labor, cuando a nadie se le escapa que el verdadero rendimiento comenzará a apreciarse, en la mayoría de los casos, al cabo de un tiempo bastante prolongado, eso sí, multiplicando por muchos dígitos la inversión.
El transporte colectivo de Madrid, única fórmula racional de desplazamiento en una urbe como la nuestra, ha de diseñarse necesariamente sobre la base prioritaria de la prestación de un servicio esencial para el bien de la comunidad, servicio que, en razón de su eficacia, redundará a largo plazo en una riqueza añadida..
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