30.000 personas aclaman al Papa en Guinea-Conakry
Unas 30.000 personas, reunidas ayer en el estadio de Conakry, aclamaron a Juan Pablo II como "paladín de la libertad", en un homenaje implícito a la Iglesia por su contribución a la resistencia al régimen dictatorial del desaparecido Seku Turé. El Papa efectuó en GuineaConakry la última etapa de su octava gira africana, que ha incluido también Senegal y Gambia y que concluyó con un acto en la gruta erigida a la Virgen de Lourdes en la curia arzobispal de Conakry.
A Juan Pablo Il le atribuyen los guineanos gran parte del mérito de la caída de los países comunistas del Este de Europa, que fueron los modelos políticos del anterior régimen de Guinea-Conakry. "Viva el Papa de la libertad"; "Reza por nuestros muertos, nuestras familias, nuestros refugiados, nuestros enférmos"; "Rezamos por ti"; "Proclamamos la verdad"; "Queremos la unidad" eran las leyendas de una serie de grandes pancartas desplegadas a lo largo de las gradas del estadio, dedicado a las grandes concentraciones del anterior régimen y que fue construido por los chinos en 1965.Juan Pablo II celebró una misa durante la cual ordenó a tres nuevos sacerdotes del clero indígena, que va reponiéndose de las pérdidas sufridas con la expulsión, durante los años más duros del régimen socialista, del clero extranjero.
El acto tuvo un denso contenido político, subrayado en el discurso de saludo que el arzobispo de Conakry, Robert Sarah, leyó ante el papa Wojtyla. "Pese a 26 años de dictadura, los guineanos siempre emos quendo ser hombres y mujeres libres y construir nuestro país en fidelidad a nuestros valores culturales propios, en solidaridad responsable con el futuro del continente africano", dijo el prelado.
El arzobispo de Conakry manifestó que, para los guineanos, Juan Pablo II es "el hombre de coraje a toda prueba, infatigable defensor de los derechos humanos y de los pueblos, sobre todo de los pobres y humildes, de su derecho a la dignidad, a la justicia social, al respeto de su vida".
Robert Sarah terminó la que realmente fue la homilía de la misa pidiendo al Papa que diga a los gobernantes de África que de nada sirven las reformas "manchadas con sangre", y que "liberaciones constructivas, definitivas, sólidas, sólo las realizan los hombres de fe".
Con la etapa de Guinea-Conakry, Juan Pablo Il concluyó un periplo africano durante el cual se pronunció sin ambigüedad sobre algunas de las desdichas históricas del continente africano, como la esclavitud. En la isla de Gorée, en Senegal, de donde salían los esclavos camino al otro lado del Atlántico, Juan Pablo II pidió "el perdón del cielo" por esta práctica y comparó la deportación masiva de los negros hacia el continnente americano al holocausto de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
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