Ecos de América y Rusia
Orquesta Sinfónica de RTVEDirector: L. Aguirre. Solista: F. Comesaña. Obras de Dvorack, Skhnittke, Seco de Arpe y Stravinsky. Teatro Monumental. Madrid, 14 de febrero.
La Sinfónica de RTVE, dirigida por Luis Aguirre, ofreció el viernes en el Monumental un interesante programa. Junto al Carnaval de Dvorack, brillante y un poco arrebatada, y El pájaro de fuego, en visión que había gustado a Stravinsky por la ausencia de valores añadidos a los propuestos por el compositor, tuvimos el Concierto número 4, de Skhnittke, y Sac-Xib-Chac, de Seco de Arpe.
Van entrando en nuestro ambiente los soviéticos de la vanguardia reprimida que, en ocasiones, más parece lo segundo que lo primero: Edison Denisov (1929), que quizá se anticipó a todos; Andre Wolkonski (1933), Sofia Gubaidulina (1931) o Arvo Pärt (1935). Tanto Denisov como Pärt estuvieron en España. El segundo en uno de los festivales madrileños de otoño para traemos su tan comentada Pasión; Denisov tiene una página preciosa para voz y grupo instrumental, muy adecuada para las celebraciones del 92: El sol de los incas, sobre poemas de Gabriela Mistral.
Pero el Concierto número 4 para violín y orquesta, dedicado a Gidon Kremer, que lo estrenó en 1984, circula por vías muy diferentes a las de sus colegas, aunque no opuestas. Tiene algo, en espíritu y no en procedimientos, de la simplicidad de Pärt y puede conectarse con el preciosismo instrumental de Denisov; incluso hereda no poca expresividad desolada de Shostakovich, sobre el que ha escrito muy lúcidos textos. La concepción serena del concierto, sus originales soluciones instrumentales, así como el tratamiento de la parte solista que asumió, con verdadero magisterio y gran efusividad, Francisco Comesaña, hacen del. Concierto algo muy bello, en lo que hay que penetrar para vivirlo con intensidad. Es, sin duda, la obra de un excelente compositor.
El sorpresivo madrileño Manuel Seco de Arpe (1958) se nos ha ido esta vez por los cerros de España y América, y lo ha hecho con gracia y sencillez, sin arredrarle lo más mínimo la crítica de los aprioristas. Por otra parte, esta música directa, que reinstala villancicos, zarabandas y aires indígenas de América, tiene su exacta función en el ballet para el que nació, lo que se advertía en la versión de concierto. De Luis Aguirre (Madrid, 1950) hay que admirar una vez más su temple inconformista y riguroso; trabaja a conciencia las páginas nuevas como las del repertorio a fin de explicarlas con la mayor claridad. El éxito fue muy grande para todos.
Babelia
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