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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos expresiones contemporáneas

Los últimos conciertos de la Orquesta Nacional, organizados en colaboración con Madrid 92 han sido dirigidos por Juan Pablo Izquierdo (Santiago de Chi le, 1935) con un programa sorprendente: dos novedades, una absoluta y otra madrileña, situadas entre dos grandes tópicos del repertorio más tradicional: Rienzi y Los preludios.Escrito por encargo de la Orquesta y Coro Nacional de España, el Concierto de Bellver, para guitarra y orquesta, de Valentín Ruiz (Jaén, 1939) está dedicado al concertista balear Gabriel Estarellas (Palma, 1952). Se trata de una partitura de grandes dimensiones en la que Valentín Ruiz utiliza una amplia formación orquestal, frente a la cual ha liderado oportuno, con toda considerazón, amplificar el sonido leve -o lejano, como decía Segovia- del instrumento solista.

Orquesta Nacional de España

Director: J. P. Izquierdo. Solista: G. Estarellas, guitarrista. Obras de Wagner, Ruiz, García Román y Liszt. Auditorio Nacional. Madrid, 7 de febrero.

A pesar del título, no hay en la obra explotación folclorística ni complacencia con un melodismo tradicional, aun cuando los materiales que se manejan procedan de la tradición, quizá más por acomodación a la guitarra que por intencionada práctica de ninguna actitud post o neo.

Ideas rigurosas

La parte solista es difícil, pero Estarellas la domina por completo gracias a su buena técnica, puesta al servicio de ideas rigurosamente musicales que nos llegan a través de un sonido de especial belleza. Las características de Estarellas me parece que han estado muy presentes en el ánimo del compositor al escribir este concierto, con más luces que canción y acaso, como el mismo espíritu mallorquín, de tonos afectivos, medidos y elegantes. Creo que, como hicieron tantos maestros ilustres, Valentín Ruiz debería condensar su partitura, darle un nuevo sobo estilizador, y ya es sabido que "estilizar es suprimir". Con ello, además de otorgar a la pieza mayor esbeltez de contornos, le daría también mayor viabilidad a latora de programar. Estarellas, Izquier o y Valentín Ruiz fueron muy aplaudidos junto a los profesores de la Nacional.Tras el descanso, a la felicidad de Valentín Ruiz siguió la música sufriente de García Román (1945), granadino profundo y trascendido lorquiano. Su primera Sinfonía, subtitulada El castigo sin venganza, por su origen en la música ilustrativa de la tragedia de Lope de Vega -en la que, por cierto, hay un Federico que muere a mano airada, aunque en este caso el móvil sean los amores y los celos-, es algo muy bello que interesa más a cada nueva audición.

Por si fuera poco ingrediente dramático el de Lope de Vega, el músico granadino titula cada uno de los tiempos con palabras extraídas de los sonetos de Quevedo: "Del volcán que mis venas se derrama", "del ardor del llanto", del agua, el fuego y la muerte, lo que se compadece bien con su voluntad expresiva: "Fuerza penetrante, agitación, explosión de potencia, color, pasión".

García Román posee una personalidad muy fuerte, y sus pentagramas, bien insertos en la idea general de lo contemporáneo, son personales e intransferibles. En cierto modo, aun cuando con tonos más dramáticos, algo de su origen está en el barroquismo andaluz de Albéniz, con esas aglomeraciones de tonos y de timbres y esa persistencia de un ritmo fijo.

Estrenada en Santander en 1988, la versión tuvo allí más rico juego de contrastes que ahora, aspecto que me parece fundamental en una música objetiva y a la vez ideológica y rabiosa. Provoca en la audiencia alta tensión, e impone todo menos una escucha cómoda. García Román, en unión de sus intérpretes, saludó desde la escena. El director, José Manuel Izquierdo, defendio con buen pulso y criterio a la romántica, la obertura wagneriana de Rienzi y el poema de Liszt, Los preludios, con lo que los oyentes más conservadores se sintieron compensados.

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