"Contra la mafia, hay que privatizar el comercio"
Gavriil Popov es en Moscú, al igual que Anatoli Sobchak en San Petersburgo, el político más popular después del presidente Borís Yeltsin. Bajo un aspecto sencillo y apocado, Popov, de 56 años, oculta una voluntad férrea de llevar a cabo su programa de privatizaciones. Durante una visita privada a Madrid, invitado por Summa Consulting, participó en unas jornadas sobre los cambios económicos en el Este y denunció los obstáculos a que se enfrentan sus reformas, marcó distancias con la política económica de Yeltsin y defendió el paso acelerado hacia la economía de mercado. Para ello cree que hay que impulsar la privatizaciones, porque para luchar "contra la mafia hay que privatizar el comercio".
Gavriil Popov es un hombre escueto en la charla y generoso en palabras a la hora de la entrevista. Con una sonrisa entrañable y a la vez enigmática, Gavriil Jaritónovich Popov, ha dicho en Madrid que no volverá a ser candidato a la alcaldía: "Hay que dejar paso a los jóvenes"De Popov se dice en Moscú que es un hombre rico. "Según un criterio soviético", señala, "no soy pobre, pero ya era una persona acomodada antes de que empezaran las reformas, como correspondía a un catedrático de prestigio en una universidad renombrada. Tenía coche, piso y dacha, todo adquirido en aquellos tiempos con mi propio dinero. Ahora se habla mucho de mis riquezas, pero éstas son fáciles de ver y contar".
Las reformas que defiende Popov, elegido alcalde de Moscú por sufragio universal en junio pasado, tienen importantes enemigos: "El Mossoviet [asamblea municipal] no apoya la política del alcalde, ha obstaculizado la privatización de la vivienda y del comercio. Pero más preocupante es el apoyo que ésta ha encontrado en el Parlamento de Rusia, que pretendía establecer en Moscú su propia línea de reformas. Ante estas contradicciones, presenté mi dimisión".
Al final, Yeltsin intervino para dar satisfacción parcial a sus demandas: "Yeltsin nos dio vía libre para liberalizar los precios en Moscú sin seguir la política de precios de la Federación Rusa. También hemos podido trazar nuestro propio camino en la privatización del comercio y de la vivienda". El alcalde explica que las pequeñas tiendas y empresas se privatizarán al 100% entre los trabajadores. En las de mayor entidad, el Ayuntamiento adquirirá un tercio y quedará otro tercio para los trabajadores; el resto se subastará. "Esto no beneficia a quienes tienen mucho dinero, en un momento de rápida depreciación de la moneda; por eso se encargan de atacarme y de culpar al Ayuntamiento de todos los males", dice sonriente.
Crear un precedente
Aunque no duda en advertir que "en cualquier momento el proceso puede ser interrumpido si el Parlamento ruso invalida los decretos de Yeltsin", Popov dice en tono combativo: "Si sacamos adelante el programa en la capital, se habrá creado un precedente, un estímulo para el resto de Rusia".
Borís Yelstin no accedió a sus propuestas sobre la reforma agraria, que "está en manos de los ex dirigentes de los koljoses y sovjoses". "Tampoco", prosigue, "ha permitido la reorganización administrativa que le proponíamos para Moscú. ¿Cómo se pueden mantener 1.000 diputados en el Parlamento ruso, 500 en el Mossoviet y hasta 3.000 en los consejos de distrito?".
Por eso, Popov se desmarca de la política económica de Yeltsin: "El Gobierno ruso no ha acometido un programa serio de reformas. Su plan de privatizaciones mediante subastas favorece a quienes tienen más dinero".
Popov ha criticado la dependencia de los gobernantes rusos del Parlamento, porque "hace falta un poder fuerte". Ello le ha valido la acusación de autoritario, pero él especifica: "En el momento actual, el Ejecutivo es presionado por aquellos que fueron elegidos en unas condiciones distintas. No es el pueblo el que presiona al Gobierno, sino el Parlamento. La cuestión es cuál de los dos poderes refleja mejor el punto de vista del electorado hoy en día: el que fue elegido bajo dominio comunista o el que fue elegido hace poco, tan sólo hace medio año". Para Popov es urgente superar las diferencias entre ambos poderes, y convocar "lo más pronto posible" elecciones al Parlamento ruso y al Mossoviet.
Precios libres
El alcalde se declara indignado con quienes "gritan contra la mafia y no quieren privatizar el comercio". Para él, la lucha real contra la mafia es posible pero hay que tener un comercio privado con precios libres. "Claro que me preocupa la mafia, pero para luchar contra ella hay que privatizar el comercio. No se trata de buscar a un policía para que corra detrás del mafioso. La mafia es producto del sistema actual de comercio, distribución y gobierno y, si llevamos a cabo la privatización, la mayor parte de ella desaparecerá; solamente quedará la que existe en todo el mundo, la de la droga, la pornografia etcétera", afirma.
El alcalde de Moscú, para quien "la Comunidad de Estados Independientes (CEI) es poco más que un papel", cree que hay que afrontar con decisión la amenaza centrífuga que plantea todo ese crisol de pueblos y nacionalidades que es Rusia. Se declara partidario de "desfederalizar" el Estado y de liquidar el complejo entramado de repúblicas y territorios autónomos que la componen. Para ello propone convocar un referéndum en las regiones conflictivas y no le asusta el boicoteo de los ciudadanos que tengan que votar por el centralismo de Moscú para seguir siendo rusos.
"Dicen que soy un hombre duro, y es cierto", prosigue, "pero el camino hacia un sistema normal de mercado no hay otra vía. Para defender los derechos de los trabajadores hay que desarrollar las empresas, conseguir que la economía funcione, dar a la gente la oportunidad de ganar dinero. Yo tengo que preocuparme de quienes no pueden ganarlo: los pensionistas, los niños, etcétera. El resto debe trabajar en lugar de hacer colas".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.