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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La revolución interior

Día 18 de enero de 1991. El nuevo orden mundial está a punto de nacer. En palabras del presidente Bush, se trata de un nuevo concierto entre las naciones del mundo en el que la fuerza de la ley prime sobre la ley de la jungla. Las bases de este compromiso, los cadáveres de 100.000 personas.Un año después del conflicto, en gran parte de la opinión pública se afianza cada vez más la idea de que una guerra nunca puede ser justa, sino que, en todo caso, nunca pasa de ser un simple conflicto de intereses.

Enero de 1992. Ante la previsible victoria de un partido integrista en Argel, Chadli Benyedid dimite y los militares toman el poder, en una violación flagrante de un proceso democrático. Los países occidentales muestran la prudencia del que no quiere hablar por miedo a errar. Los intelectuales liberales intentan resolver el complejo rompecabezas, queriendo dilucidar si es moralmente justificable negar el acceso al poder a aquellos que suponen en sí mismos una amenaza para la continuidad de la democracia, aun cuando la voluntad popular les respalde. El binomio, hasta hoy inseparable, entre voluntad popular y sistema democrático se resquebraja, afectado de una paradoja de difícil resolución (recordemos las anomalías de T. Khun). ¿Puede la democracia, en virtud de su propia supervivencia, negar su propia esencia?

Enero de 1992. En el mismo mes, el senador demócrata de Arkansas, Bill Clinton, ratifica la condena a muerte de un hombre, por más señas de color, autor del asesinato de un policía. El hecho de que a este hombre se le hubiese practicado una lobotomía no influye en la decisión final (la anulación de su voluntad no se- considera suficiente como pago por su delito). La pena de muerte sigue vigente en 36 Estados norteamericanos, y lo que es más terrible, su defensa parece asegurar los favores del electorado.

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Estas tres pequeñas pinceladas, a las que no quiero añadir ninguna reseña acerca de la corrupción nacional por cuestiones de espacio, son en sí suficientes para hacemos reflexionar acerca de la esencia de las libertades y su defensa en el marco, tan amplio como ambiguo, del sistema democrático. Son ya varios los analistas que coinciden en calificar nuestra ordenación como "el menos malo de los sistemas", lo cual no debe servir, en ningún caso, de excusa para declinar responsabilidades.

La distancia que separa la democracia de la utopía viene determinada por el alejamiento entre la realidad objetiva del individuo (el hombre depredador) y el Emilio rousseauniano. El camino es largo, pero nada puede hacer flaquear nuestra confianza en el ser humano, realidad inestable y dinámica que impone ese mismo carácter a sus formas organizativas, llenas de perturbaciones y anomalías.

Hay que acallar las voces de los pesimistas porque hemos avanzado mucho desde que aprendimos a andar. La mayor parte de las veces nuestro avance se cimentó sobre la sangre de los inocentes. Revoluciones desde arriba (las más), revoluciones desde abajo (las menos). Las cuestiones son: ¿para cuándo la revolución interior?, y, en todo caso, ¿habrá merecido la pena?.-

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