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Hasta los candidatos demócratas favorecen la pena de muerte en Estados Unidos

Antonio Caño

La ejecución el pasado miércoles de dos condenados en Wyoming y Tejas no mereció una sola línea en los grandes diarios norteamericanos. Es lo normal. La opinión pública norteamericana, maltratada desde hace años por el crimen y las drogas, parece asumir con tanta naturalidad la máxima pena que hasta los candidatos demócratas, rompiendo con la tradición liberal de su partido, están hoy a favor de la siniestra inyección letal.La pena de muerte cobra actualidad cuando, como ahora, se convierte en tema de debate electoral, o más bien de no debate electoral, porque lo que hacen la mayoría de los candidatos demócratas es renunciar a una polémica en la que, según sus encuestas particulares, pierden votos. Un portavoz de la Coalición Nacional para Abolir la Pena de Muerte reconoce que "desgraciadamente, los sondeos demuestran que la opinión pública está cada día más en favor de esa pena".

En la campaña electoral de 1988, cuando al candidato demócrata, Michael Dukakis, se le preguntó si aplicaría la pena de muerte contra un delincuente que violase y asesinase a su esposa, respondió que "existen mejores métodos para acabar con la violencia". Ese fue uno de los asuntos que más le perjudicó después en su batalla contra George Bush.

Bill Clinton, el candidato demócrata mejor situado actualmente para competir por la presidencia; Paul Tsongas, segundo en las encuestas del Estado de New Hampshire, y Bob Kerrey son partidarios de aplicar la pena de muerte en ciertos casos. Solamente Toin Harkin y Jerry Brown, entre los candidatos demócratas, están en contra de esa condena.

Policía asesinado

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Bill Clinton tendrá que poner ahora a prueba la firmeza de su punto de vista en un asunto especialmente delicado. Ricky Ray Rector es un reo de raza negra en espera de ejecución inmediata por el asesinato de un policía blanco.

La particularidad del caso es que, una vez cometido el crimen, Rector disparó contra sí mismo.

El acusado tuvo que ser sometido a una lobotomía y quedó con graves lesiones cerebrales. Pese a todo, fue condenado a muerte.

El caso ocurrió en el Estado de Arkansas, donde es gobernador Bill Clinton, que no ha querido hasta ahora indultar a Rector. El plazo para su compasión venció a las nueve de la noche de ayer, hora fijada para la ejecución de Rector.

Las organizaciones de defensa de la minoría negra y contrarias a la pena de muerte se han movilizado para evitar la ejecución de una persona tan gravemente enferma.

Las presiones han aumentado por tratarse de un Estado en el que el gobernador es un candidato del Partido Demócrata, cuyos dirigentes se han opuesto tradicionalmente a la máxima pena. "¿Queremos para presidente a una persona que ejecutaría a un preso lobotomizado, al que se le podría mantener en la cárcel por el resto de su vida?", se pregunta una declaración de un grupo pro minoría negra.

En realidad, Bill Clinton no es el único. En el pasado mes de noviembre, el gobernador de Massachusetts, el demócrata William Weld, presentó una propuesta para introducir la máxima pena en uno de los Estados con mayor tradición liberal del país.

Actualmente, 36 de los 50 Estados de Estados Unidos tienen incluida la pena de muerte en sus legislaciones. A lo largo de 1991 fueron ejecutadas 14 personas en ocho Estados del país. En lo que va de año dos presos han sido letalmente inyectados.

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