La moción de censura
La autora afirma que estamos aistiendo al fracaso ético y moral de quienes se habían arrogado al monopolio de ética y de honestidad en referencia a la gestión del PSOE. Tras criticar la actuación del Gobierno en varios campos y censurar declaraciones del vicepresidente, Narcís Serra, la autora defiende su derecho a plantear una moción de censura como ya hiciera el PSOE en tiempos de la UCD.
El inodoro vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, ha afirmado que la moción de censura es una "maniobra política de una formación política que carece de alternativas, y que por eso recurre a artilugios como la moción de censura".Amén de' contestar a Serra que no sé Yo dónde se encontraba él, ni tan siquiera si pensaba lo mismo cuando en septiembre de 1980 el entonces partido socialista en la oposición, a través del hoy presidente del Gobierno, Felipe González, presentó una moción de censura al entonces presidente de] Gobierno, Adolfo Suárez, todavía es más grave que todo un vicepresidente de Gobierno no haya ni olido la Constitución Española.
Y es que los políticos, don Narcís, no podemos nunca ser inodoros, pero mucho menos cuando se trate de oler la Constitución. Y usted, como vicepresidente del Gobierno, tiene más obligación que el resto de los españoles de oler y defender la Constitución, no calificando de artilugio político el artículo 113 de la misma, que contempla la moción de censura como "instrumento para exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción por mayoría absoluta". No creo, por tanto, que se la pueda calificar de artilugio político, a menos que así califique usted todos los artículos de la misma que, en un momento determinado, le sean desfavorables al Gobierno socialista.
Ofensiva terrorista
Lo grave de la situación, en cualquier caso, no es, una vez más, la escalada de acusaciones y contraacusaciones del Gobierno y la oposición en torno a la infantil política del "y tú más". Lo extremadamente grave es en sí misma la situación política que estamos viviendo. Frente al termómetro triunfalista del Gobierno, que estimaba desarticulada o prácticamente dando sus últimos coletazos a la banda terrorista ETA, asistimos en lo que va de año a la subida más grave del termómetro de los hechos terroristas de los últimos tiempos.
Las negociaciones o "conversaciones técnicas" -como las calificó el Gobierno-, los presos de lujo en cárceles especializadas hasta hace bien poco tiempo, o en estancias maravillosas en el extranjero, donde algún presidente incluso del Gobierno correspondiente se atrevió a calificarlos de presos políticos, sin enterarse de que en España estamos en democracia y no hay ningún preso por motivos políticos, porque en nuestra democracia caben todos los lenguajes; todos menos el de los que usan el lenguaje del terror, de la violencia y de la muerte; o las ofertas de reinserción, incluso a los que stuvieran mezclados en delitos de sangre, como en cierta ocasión se le escapó decir al ministro del Interior, José Luis Corcuera, o las amistades con el Gobierno socialista de Mitterand, unido a la redención de penas que se sigue aplicando a los etarras que ingresan en prisión, se han demostrado como inventos socialistas fracasados.
Y que, por tanto, sólo han conducido a una pérdida de tiempo en la firmeza, coherencia y contundencia con que hay que actuar en la lucha contra ETA y sus protectores y defensores.
Degradación ética
Pero si grave es el capítulo del terrorismo y de la inseguridad ciudadana a que estamos sometidos todos los españoles, no es menos grave la degradación ética que se está ahora comprobando que ha impregnado gran parte del sector político-económico de la sociedad española.
Los españoles estamos perdiendo la capacidad de asombro ante los nuevos casos de corrupción, tráfico de influencias, información privilegiada, fraude fiscal, presuntos cohechos y prevaricaciones, despachos privilegiados... sin que aquí pasenada.
Acusaciones y contraacusaciones sobre el nivel de la corrupción y su ubicación en el tiempo y en el espacio, pero nada hemos oído todavía de las medidas concretas que estamos dispuestos a poner en marcha de inmediato para poner punto final a la pérdida de valores éticos y convivenciales sin los cuales toda sociedad democrática se va a la deriva.
Estamos asistiendo al fracaso ético y moral de quienes se habían arrogado el monopolio de la ética y de la honestidad. Y sobre estos principios logró el Gobierno el partido socialista, garantizando los 100 años de honradez, la gobernabilidad del pueblo español.
"El PSOE defenderá como principio básico, si llega al Gobierno, la honradez en el ejercicio de la función política", afirmaba Felipe González el 20 de octubre de 1981.
Y hoy nos encontramos con la pérdida de credibilidad socialista. Es la propia imagen del socialismo la que hace aguas, precisamente por donde propugnaron tener la exclusiva: la honradez y la ética.
Y ahora parece descubrirse que la modernidad y el progreso del que tanto hablaban no es más que la técnica del todo vale como único valor ético.
Por eso, al haber perdido los socialistas las condiciones morales para reconquistar la credibilidad perdida porque la práctica de sus actuaciones dista mucho de parecerse a lo que predicaban como teoría socialista, el presidente del Gobierno prefiere poner agua por medio y marcharse como testigo de la firma de una paz muy importante sin duda en Centroamérica, pero dejando todas las guerras abiertas, que se le están pudriendo, en su política interna.
Y tiene abierta la guerra del terrorismo y la guerra de la ética y la degradación de la vida pública y de la propia sociedad, que ya ha perdido el norte de la ejemplaridad porque piensa que sus gobernantes no son ejemplares.
Guerra. económica
Y tiene abierta la guerra económica, con el plan de ajuste que nos imponen las condiciones de convergencia económica con la Comunidad Europea. Y no me refiero sólo a la tercera fase de la unión monetaria, allá por el año 2000, sino al compromiso más inmediato del mercado interior, que es una letra que vence a más corto plazo, el 1 de enero de 1993.
Y tiene abierta la guerra del fracaso de la gestión pública: miremos qué está pasando en Asturias, donde el principal empresario es el Estado. 0 qué nivel de eficacia percibimos en los servicios públicos a cambio de los impuestos que pagamos.
Y tiene abierta la guerra. del campo, en donde se concentra aún un elevado porcentaje de nuestra población.
Y tiene abierta la guerra en el PSOE y la crisis en el Gobierno, y, lo que es más grave, con un Gobierno que no tiene la fuerza, ni la cohesión, ni la capacidad, por falta de credibilidad, de hacer los urgentes cambios que España necesita para afrontar los retos del 93, no es de extrañar que el presidente del Gobierno plantee su jubilación.
1 Y es a la oposición a la que le corresponde ayudarle a cumplir sus deseos.
Por tanto, no es que yo haya dicho que el PP esté preparando una moción de censura. Este instrumento que la Constitución contempla para exigir la responsabilidad política al Gobierno' se presenta por sorpresa, y, si en ello ' estuviera trabajando el PP, yo no lo habría ni mencionado.
Por otra parte, sé muy bien, por mis competencias y responsabilidades dentro del PP, que en ningún caso sería a mí a quien correspondería poner en marcha el procedimiento. Pero lo que no creo que nadie pueda negarme, como política en activo y en la oposición, es que, si en 1980 Felipe González estimó que había razones suficientes para exigir la responsabilidad política al Gobierno de Suárez, yo afirme y siga afirmando que hoy también hay razones objetivas más que suficientes para plantar cara en el Parlamento al Gobierno socialista de González y exigirle su responsabilidad política en el Congreso como permite la Constitución Española en su artículo 113.
Isabel Tocino es diputada del Partido Popular.
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