La dimisión
JULIÁN GARCíA VALVERDE ha dimitido como ministro de Sanidad. La dimisión es consecuencia de la asunción de sus responsabilidades políticas -en el escándalo de las compraventas de terrenos por Renfe y sus filiales, cuando el ministro era presidente de la compañía ferroviaria.La decisión de García Valverde es un gesto positivo, al menos por tres razones. Personalmente, demuestra coherencia con la actitud de asumir sus responsabilidades en el control de la gestión de la compañía, de la que su petición- de crear una comisión parlamentaria de investigación fue un prólogo. Administrativamente, permite romper la parálisis que su ministerio -muy importante desde el punto de vista de los ciudadanos aunque quizá no lo sea tanto desde el de la influencia política- estaba registrando desde el mes de octubre. Políticamente, elimina un factor de turbulencia de la vida política, en buena parte bloqueada por esta cuestión.
Pero hay más. En este país, que parecía empezar a acostumbrarse a una rigidez extrema entre la realidad ciudadana y su dirección política, y en el que el verbo dimítir apenas se conjuga, el acto político de' García Valverde constituye una noticia -esta vez sí puede utilizarse el vocablo- muy significativa. Es en todo caso el más relevante cese a petición propia de un político, para que con toda libertad se aclaren las responsabilidades en que podría haber incurrido, en un escándalo relacionado con la corrupción.
Importa menos ahora, y en todo caso correspon de a la justicia dilucidarlo, si esas responsabilidades se circunscribieron a la ignorancia, llegaron a la tolerancia o rozaron la connivencia con lo que irregularmente sucedía en su empresa. Simplemente conviene recordar, cuando tan propensos somos a calificar sucesiva o simultáneamente a los protagonistas de la vida pública como héroes o como villanos, la presunción de inocencia. En su nota de despedida, Valverde asegura que "si en la instrumentación de las compraventas se hubieran producido irregularidades, que quede claro que se han hecho sin mi conocimiento y con abuso de confianza".
Es decir, Valverde resalta que uno puede irse a su casa sin necesidad de haber robado. No es su honorabilidad personal lo que está en cuestión, sino su credibilidad política y la del propio Gobierno. Por ello cuesta entender el tiempo transcurrido entre que decidió renunciar a su cargo -las navidades- y el momento en que lo ha puesto en práctica. De entonces a hoy han proseguido las revelaciones sobre el escándalo; la actual dirección de Renfe ha presentado una denuncia al juez por la actuación de uno de sus principales asesores, y la oposición ha exigido la destitución del titular de Sanidad.
¿Por qué se han necesitado tantos días para instrumentar la decisión? Según la versión oficial, la dimisión de Valverde fue presentada el viernes y aceptada ayer por Felipe González. Pero también cabe pensar que hasta el último momento sus superiores no han visto clara la necesidad de que dejase el cargo, como parecen indicar las palabras de la ministra portavoz, al acabar la última reunión del Gabinete, al afirmar que "mientras el presidente no diga lo contrario, cualquier hipótesis de dimisión es descabellada". O eso constituía una mera reafirmación retórica de un hecho obvio (la competencia constitucional del presidente para destituir y nombrar ministros); o bien la tardanza en resolver el problema ha obedecido a una táctica de morosidad, discreta pero activamente reclamada por algunos sectores del partido socialista -aguantar el tirón, esperar las conclusiones de la comisión parlamentaria, aguardar a que capee el temporal-, típica de los estilos menos flexibles y renovadores de la cosa pública.
La dimisión de Valverde demuestra su voluntad de transparencia y de asunción de responsabilidades. Aunque en ella hay también un claroscuro: su tardanza. Por ahora es imposible saber si obedece únicamente al enorme envite que supone la primera dimisión de un ministro a causa de un escándalo o es síntoma preocupante de la resistencia del poder socialista a sanear su gestión y hacerla más transparente. Dicho de otra manera, la renuncia del titular de Sanidad ¿era sólo inevitable o también necesaria? De la respuesta a esta cuestión dependen muchas cosas para el futuro inmediato de este país.
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