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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ejemplar Bergman

Entre Secretos de un matrimonio y Cara a cara, es decir, entre 1973 y 1975, el gran Ingmar Bergman logró montar la producción de la que, a la postre, sería su primera y única incursión cinematográfica en el mundo de la ópera: La flauta mágica. El proceso del filme ocupó la friolera de dos años, de ellos, nueve meses sólo para el rodaje realizado en estudio- y no, contra lo que cabría suponer por. las imágenes del filme, en el teatro de Drottningholm, cuya fachada se ve al comienzo- y los ensayos. Fue posible gracias a las excelentes relaciones entre, el director y la televisión estatal de su país, que estrenó el filme en un pase por la pequeña pantalla el 31 de diciembre de 1974. Ahora, con el dichoso bicentenario de la muerte del salzburgués, se tiene por fin la ocasión de revisar uno de los filmes más interesantes en lo que a las relaciones entre cine y ópera se refiere.El punto de partida por el que optó Bergman no está muy lejos del que antes eligiera Laurence Olivier para su Enrique V, con las lógicas diferencias que nacen de las distintas aptitudes de ambos para la articulación del espacio cinematográfico. Es decir, la puesta en escena voluntariamente teatralizante, el énfasis puesto sobre las convenciones escénicas para, mediante un sutil empleo de los instrumentos propios del narrar en cine, trastocar esa supuesta teatralización hasta dejar que emerja, en toda su plenitud, el oficio mayúsculo del cineasta.

La flauta mágica

(Trollflöjten). Dirección y guión: Ingmar Bergman, según la ópera homónima de Mozart y Schikareder. Fotografía: Sven Nykvist. Dirección musical: Eric Ericson. Producción: Televisión Sueca, Suecia, 1974. Intérpretes: Josef Kostlinger, Irma Urrila, Hakan Hagegard, Elisabeth Eriksson, UIrik Cold, Birgit Nordin. Estreno en Madrid: cine Bogart (V. 0.)

La flauta mágica se erige como un ejemplo insoslayable en lo que a la fidelidad cinematográfica a un texto operístico se refiere. La perfecta simbiosis entre una puesta en escena perfectamente personal y, a la vez,, funcional al canto, y una música cuya inspiración está más allá de todo comentario, alcanza aquí cotas altísimas.

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