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Cara y cruz de la Antártida

Junto a paisajes de indescriptible belleza se amontona la basura de las bases

La Antártida es un panorama indescriptible por su belleza, un mar calmo lleno de témpanos e icebergs, de un azul intenso, donde en ocasiones retozan las focas y los pingüinos. Pero en este paisaje impresionante, la isla de Rey Jorge, con sus ocho bases (argentina, chilena, soviética, uruguaya, china, brasileña, polaca y coreana) es la otra cara de la moneda que contradice las recomendaciones del Tratado Antártico. Es en la única parte donde circula el dinero y la más contaminada y degrada por la presencia humana.

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El director del banco chileno de Crédito e Inversiones en la isla, Iván Barrientos, afirma que no hace "mal negocio". La base chilena Teniente March mantiene también una estaféta de correos, una escuela, un hospital y un supermercado, de donde varias amas de casa salían con la compra en trineos. Chile es el único país con presencia antártica que mantiene familias en el continente de los hielos, debido a sus reivindicaciones territoriales. Familias que incluso tienen niños. Son los únicos niños de la Antártida.El comandante Nigel no quiso precisar el número de niños en Rey Jorge. "Ahora no podemos verles en la escuela, porque están de vacaciones". Él precisamente tiene aquí dos hijos. Uno de ellos, Julián, de dos años, salía en brazos de su madre, Claudia Muñoz, del supermercado, bien protegido con unas enormes gafas de sol, pese a lo nublado del día.

En Santiago de Chile, organizaciones ecologistas han pedido al Gobierno la vuelta de los niños por considerarles expuestos a enfermedades y riesgos debido al agujero de ozono y a la fuerte exposición a las radiaciones solares. Sin embargo, tanto Claudia como su marido, están tranquilos. "No nos preocupa", afirma el padre, "porque la Fuerza Aérea chilena tiene mucha experiencia antártica y se preocupa de damos vestimentas y la protección que necesitamos". "Los niños", añade Nigel, "son los reyes de la Antártida, unas auténticas estrellas, están mimados por todos".

El comandante elogia la convivencia de los antárticos de distintas nacionalidades en Rey Jorge. No obstante, no parecen haberse entendido a la hora de eliminar conjuntamente los residuos sólidos. El panorama es desolador. Nada más descender del pantalán a la playa, casi un centenar de barriles de plástico azul y de hierro oxidado, tirados de cualquier forma, arrojan restos de fuel que se van filtrando por el hielo que desagüa en la bahía.

Los alrededores de la base Bellinghausen -hasta anteayer soviética y donde ya ondea la bandera rusa- son un auténtico horror. Los rusos obsequian al visitante con amabilidad, pero el panorama muestra lo más negativo de la presencia humana en la Antártida. Montones de chatarra, de restos de maquinaria inservible, bidones y otros desperdicios, se amontonan por doquier.

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El meteorólogo Serguei Birkengagen dice que la basura de la base no es su problema: "Nadie nos ha dicho nada y no tenemos dinero para retirarla. Greenpeace nos ha dado algunos toques, pero les hemos contestado que no podemos hacer nada. Estamos esperando una respuesta del nuevo Gobierno".

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