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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los precios libres no llenan las tiendas

AYER ENTRÓ en vigor en Rusia la liberalización de los precios decidida por el Gobierno de Yeltsin. Después de 70 años de estricto control por el Estado de la producción y venta de todas las mercancías, es un paso histórico hacia la economía de mercado. Pero la medida va a significar, sobre todo en las grandes ciudades, un descenso vertical del nivel de vida de la población. Si bien hay un cierto tope para las subidas de productos de consumo básico -leche, pan, gasolina-, todos los precios en general se fijarán desde ahora por la ley de la oferta y la demanda.Borís Yeltsin, que se ha guiado por un equipo de economistas encabezados por Yegor Gaidar, ha hecho con ello una apuesta política arriesgada. En el seno de su propio Gobierno han surgido voces discrepantes sobre el camino a seguir, aunque hay coincidencia acerca de la necesidad de implantar la economía de mercado. Pero el Estado sigue controlando aún la mayor parte de los suministros. La privatización -a pesar de recientes decretos para prepararla- apenas se ha iniciado. En tal situación, en la que la burocratización socialista sigue siendo factor decisivo, liberalizar los precios puede llevar simplemente a un alza generalizada y vertical, pero sin que aparezca en el mercado una mayor abundancia de bienes.

El vicepresidente ruso, Gaidar, se muestra tranquilo. Afirma que no habrá explosiones sociales y que, en un plazo de cinco a seis meses, las tiendas se llenarán. Pero otros economistas y políticos, como el alcalde de Moscú, Popov, y el profesor Schmeliov, expresan el temor de que la inflación se dispare de manera imparable y de que la reacción de los ciudadanos desespe rados lleve a revueltas civiles sumamente graves. Se trata, ha dicho este último, de una "operación económica sin anestesia. ¿Y si el paciente se revuelve contra el médico?". En el caso de que los hechos den la razón a los pesimistas, es evidente que Yeltsin -cuya popularidad está muy desgastada y frente al cual se perfila ya una oposición de figuras conocidas- se encontraría en una -situación muy dificil. Con vistas a 1992, el gran desafio que afronta el presidente de Rusia es salir de la prueba que se ha iniciado sin emplear la violencia contra el pueblo y lograr que las cosas mejoren para el próximo otoño.Ucrania -fracasada su presión sobre Moscú para que aplazase la liberalización- ha seguido la pauta rusa. Y lo mismo harán las otras repúblicas -mucho más pobres- de la recién nacida Comunidad de Estados Independientes. En caso contrario, corren -el peligro de quedarse vacías al desviarse sus productos hacia el mercado ruso, de precios mucho más altos. La aceptación por Ucrania de una medida que no deseaba demuestra hasta qué punto es relativa la tan cacareada independencia. La integración económica de hecho de las 11 repúblicas permite a Rusia, con un poder inmensamente mayor, decidir. Al menos por ahora. Pero la intransigencia de que ha dado prueba Yeltsin, al rechazar el aplazamiento pedido por Kiev, puede ser peligrosa. Confirma su tendencia a resolver las cuestiones unilateralmente. Sin embargo, ante el cúmulo de problemas gravísimos que la Comunidad necesita resolver para subsistir, el empleo de métodos arrogantes por parte de Rusia, sin respeto al diálogo y la concertación, puede tener efectos catastróficos.

Es un peligro que se agrava, porque la CEI -si quiere sobrevivir- necesita ejercer una función media dora para evitar guerras entre sus miembros, como en el caso de Armenia y Azerbaiyán. El caso de Georgia, la única república que se ha mantenido fuera de la CEI, indica hasta qué punto son inestables los regímenes que se han proclamado independientes sin un movimiento político serio para respaldar el nuevo poder. En la noche de ayer se hablaba ya de un ultimátum de 24 horas a Gamsajurdia para que abandone el poder, preludio de un inminente golpe de Estado. El presidente georgiano, Gamsajurdia, elegido en mayo pasado con el 87% de los votos, se puso a gobernar con métodos casi fascistas. Encarceló a dirigentes de la oposición y convirtió en delito el hecho de simpatizar con las ideas de Shevardnadze. Ello alejó del presidente a muchos de los que le habían apoyado inicialmente, consecuentes con su propia lucha por la causa nacionalista. Y muy pronto se formó contra él una amplia oposición. Desde el 22 de diciembre, Tblisi es teatro de una horrible batalla entre un presidente atrincherado en el edificio del Parlamento, sordo a las voces que le aconsejan dimitir, y sectores crecientes de su propia Guardia Nacional que se separan de ese numantinismo absurdo. Cabe esperar que no siga el derramamiento de sangre y que Georgia pueda volver a un mínimo de normalidad estatal y democrática.

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