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España establecerá relaciones con ocho repúblicas de la ex URSS

El Gobierno ha dado los primeros pasos para intentar establecer con el nuevo Estado eslavo, según palabras del titular de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, "una relación de tan alto nivel como la que mantuvo con la difunta Unión Soviética". El ministro se refería al comunicado del último Consejo de Ministros reconociendo a Rusia y al anuncio del relevo del actual embajador de España en Moscú, José Cuenca, a quien le sustituirá el rusólogo Eugenio Bregolat.

El Consejo de Ministros dará además el 10 de enero luz verde al establecimiento de relaciones diplomáticas con por lo menos ocho de las repúblicas ex soviéticas (Ucrania, Bielorusia, Moldavía, Armenia, Azerbaiyán, Kazajstán, Uzbekistán y Turkinenistán) que se han comprometido ante la Comunidad Europea a respetar una serie de condiciones como los acuerdos de desarme.Sólo se contempla, sin embargo, la apertura de representaciones diplomáticas españolas en las capitales de Ucrania y Kazajstán aunque los embajadores estarán acreditados en otras repúblicas.

El caso de Georgia

Si de aquí a esa fecha Kirguizia y Tajikistán adquieren el mismo compromiso ante los Doce, España establecerá también con ambas repúblicas plenas relaciones.No sucederá lo mismo con Georgia, sumida en una guerra y que ni siquiera forma parte de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) que intenta administrar en común parte del legado de la herencia.

La tarea de aproximación española a Rusia es, sin embargo, harto difícil. El acercamiento hispano-soviético era en gran parte achacable a la estrecha relación personal entre Felipe

González y el presidente Mijafl Gorbachov que, por múltiples motivos, no parece poder reproducirse entre el jefe del Gobierno español y el líder ruso Borís Yeltsin, según opinan diplomáticos y otras fuentes de la Administración.

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Mijaíl Gorbachov efectuó en octubre del año pasado en España su último viaje al extranjero como jefe de Estado de la extinta URSS y en la cena a la que asistió en la Zarzuela con el presidente de EE UU, George Bush, el Rey don Juan Carlos y Felipe González, afirmó que no podía compartir mesa con mejores comensales.

Tanto el líder norteamericano como el jefe del Gobierno español, resaltó, fueron los que con más rapidez y rotundidad condenaron en agosto el golpe de Estado en la Unión Soviética.

En su último libro, The Putsch (El Golpe), Gorbachov menciona una vez más en términos elogiosos a su "amigo" Felipe González, que le reiteré públicamente su inquebrantable apoyo a finales del pasado mes de octubre en la conferencia de prensa conjunta que dieron en el palacio de la Moncloa.

"El presidente tendrá ahora que desandar lo andado", comentó un diplomático refiriéndose al vínculo de González con Gorbachov, que se convierte en una herencia perjudicial a la hora de acercarse a Yeltsin, con el que la relación del jefe del Gobierno español no pudo empezar peor.

De paso por Córdoba y Barcelona, en abril de 1990, Yeltsin, que no era aún presidente de la federación rusa, manifestó su deseo de viajar a Madrid para entrevistarse con González pero, temeroso de socavar la autoridad de Gorbachov, el presidente español rehusó recibirle.

González y Yeltsin se conocieron, por fin, en julio de 1991, con motivo del segundo viaje oficial a la URSS del jefe del Ejecutivo, pero no acabaron de sintonizar.

A la salida de la entrevista Yeltsin aseguró que había sido invitado a visitar oficialmente España, pero González matizó el ofrecimiento dando a entender que un jefe de Gobierno no podía invitar al presidente de una región por muy importante que fuera.

Al lastre inicial se añaden otras connotaciones que pueden dificultar aún más la relación de González con el presidente ruso. Si el Gobierno se apresuró en condenar la intentona del 19 de agosto, tardó más de 48 horas en ponerse en contacto con el Ministerio ruso de Asuntos Exteriores y en reconocer los méritos de Yeltsin en la derrota de los golpistas.

Aunque Yeltsin se declara a veces en privado socialdemócrata, sus colaboradores no disimulan aborrecer una ideología que reivindica Felipe González.

El Gobierno español no está seguro, por último, de poder contar con los cauces de comunicación adecuados con las nuevas autoridades del Kremlin, porque ignora si el recién nombrado embajador en Madrid, Igor Ivanov, cuenta con el asentimiento de Borís Yeltsin.

Tratado de amistad

Si se superan estos obstáculos, el objetivo del ministro español de Asuntos Exteriores, Franciso Fernández Ordóñez es, a grandes rasgos, poner en práctica con Rusia un tratado de amistad y cooperación firmado en julio del año pasado con la URSS, y que preveía cumbres anuales entre los líderes de ambos países y la instalación de un teléfono rojo entre el palacio de la Moncloa y el Kremlin.Con anterioridad, España concedió a la URSS un crédito de 150.000 millones de pesetas -utilizado hasta ahora en un l5%- que se estudiará poner a disposición de la mayoría de las repúblicas.

[Gran parte del último Consejo de Ministros, celebrado la pasada semana, estuvo dedicado a analizar la situación de la Comunidad de Estados Independientes para aplicar los diferentes tratados de amistad y cooperación. La ministra portavoz del Gobierno, Rosa Conde, no precisé el modo en que se aplicará este tratado de amistad y cooperación porque afirmó que "habrá que ver las necesidades de la Comunidad de Estados Independientes", si bien agregó que la ayuda española se planteará en términos similares a los de otros países occidentales].

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