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Entrevista:

"Mis cuadros son como la bilis"

A punto de salir hacia Mali, su tercer hogar, donde vive cuatro meses al año -además lo hace en Barcelona y en Mallorca o en París-, su idea es volver a Madrid para la inauguración, en el mes de enero, pero "si me encuentro a gusto, y África es imprevisible, tal vez no regrese para verla".Esta exposición nace de un esfuerzo por abandonar las referencias culturales, y tiene su raíz en la limpieza que llevó a cabo en su última estancia en Mali, un lugar donde "se te funden los plomos sin que sepas por qué".

Pregunta. ¿Cómo le afecta eso a la hora de crear?

Respuesta. Descubres nuevas imágenes. Lo gracioso es que, la primera vez que me escapé a África, lo hice cuando mis cuadros eran blancos, en un momento de demolición, y yo pensaba que se parecían a un desierto. Así que fui en busca de lo que estaba haciendo, de su esencia. No fui buscando algo nuevo, fui a cerciorarme de lo que hacía. Y allí encontré otras cosas. Una maleta llena de imágenes que, como suele suceder, tenían su propia vida.

P. Un pintor puede explicar sus cuadros. ¿Usted puede hacerlo con su exposición?

R. Es difícil, pero puedo intentarlo. Los cuadros representan mesas muy grandes, mesas digestivas, como si fueran estómagos de grandes animales omnívoros. Son autorretratos, es lo que son. La digestión de todo, incluidas mis referencias culturales. Mesas saturadísimas de cosas; incluso hay libros. Y con un ritmo, las mesas, muy orgánico, como una gran sopa.

P. Como siempre, la gran Sopa.

R. Sí, son cuadros ácidos, como jugos gástricos, como la bilis. Esas casas. La imagen de una saturación absoluta. Todo conformando una sola imagen. Es una especie de pasta erizada sobre patas de venado. Por allí asoman cabezas de pescado que cuelgan de la mesa. Se trata de algo que se forma y se desforma.

P. ¿Con qué tiene que ver?

R. Con algo que no hago más que dar vueltas, con el caos. Ese magma formativo que siempre ha sido el tema central de mi trabajo. Creo que la ciencia y la física actuales están trabajando sobre eso.

P. Antes decía que su nueva exposición va a contracorriente. ¿Es algo que lleva a gala?

R. Sí. Me gusta como sentimiento; saber que voy a contracorriente me satisface. Cuando pintaba perros peleándose, a finales de los setenta, y nadie los pintaba, me gustaba mucho tener esa sensación de algo que era mío, propio.

P. ¿Tiene estrategias en este sentido?

R. No. Nunca he pensado en dejar de hacer algo porque estuviera de moda. Es que no me gusta la sensación de rebaño. Es detestable, en todo. Y estoy orgulloso de no parecerme a lo que se ve.

P. ¿Se ve un pintor de su tiempo?

R. Sí, de eso estoy seguro. Tal vez vaya por delante.

P. ¿Cómo le afecta el hecho de que, debido a su prestigio, pueda vender cualquier cosa que haga, aunque no sea buena?

R. Sí, lo sé, pero eso sucede hace tiempo. Todo se puede vender en un momento de euforia; se vende la firma, no el cuadro. La prueba está en esa recuerda de cuadros falsos que se vendieron en Francia y en España. Pero si yo pintara cuadros de esa manera, espero que nadie los compre. Además, no puedo creer que, a largo plazo, no se vea el esfuerzo que uno hace.

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