La voz de un millón de indios llega al Senado
Por primera vez en Colombia, tres indígenas son elegidos representantes en el Congreso
Gabriel Muyuy, Anatolio Quirá, Floro Tunubalá, jamás soñaron con ser senadores. Por esto, el pasado 1 de diciembre, cuando se convirtieron en los primeros indígenas colombianos en llegar al Congreso, estaban entre nerviosos , orgullosos. Los primeros días se perdían por el sobrio recinto y en el papeleo de la burocracia. Ahora, tras más de dos semanas al lado de políticos de todos los matices, sienten que no todos están contentos con ellos. "A algunos senadores les mortifica nuestra presencia porque ocupamos espacios donde siempre han sido los reyes", dice Floro.El sueño de los tres es representar dignamente los derechos del millón de indígenas colombianos. Después de que el pasado 16 de diciembre, 20 paeses fueran brutalmente asesinados, la presencia de Floro, Gabriel y Anatolio en el Congreso sirvió para que, por primera vez, el problema (le las matanzas de nativos fuera materia de un largo debate. "Antes nadie se pronunciaba; ya hemos comenzado a hacernos oír, -a decir que tenemos derechos.. cómo los demás colombianos", comenta Anatolio.
Quirá, de 52 años, sólo estudió hasta tercero de primaria. Su orgullo es su larga trayectoria como dirigente indígena. "Salí de una familia pobre a trabajar en la recuperación de tierras en las comunidades nativas"., dice. Antes de recibir su credencial de senador, Anatolio se sometió a un rito paés: la limpieza hecha por los médicos tradicionales. "Querer a su gente, su agua, al sol, son cosas naturales para nosotros. Pero nuestros médicos me encomiendan para que trabaje mejor por su pueblo".
Gabriel Muyuy, de 34 años, es del sur, de los ricos valles, casi en la frontera con Ecuador, donde vive la comunidad ingá. Es antropólogo y teólogo. Su imagen de hombre recio, siempre ataviado con una larga ruana blanca de rayas de colores, fue una de las que más aparecieron durante la campaña. "Siento una gran responsabilidad frente al pueblo indio de toda Suramérica. Somos los primeros en llegar al Congreso", dice.
Floro Tunubalá, ingeniero agrícola de 34 años, aún no se acostumbra a los laberintos de la burocracia. "Me repugnaba ser político; quería luchar por los pueblos indígenas, pero no desde ese frente. Cuando me ofrecieron ser candidato, dije que no; pero finalmente, por respeto a mis mayores, acepté ser su portavoz".
Anatolio, Floro y Gabriel están de acuerdo en una cosa: los políticos son especialistas en discutir y discutir, y no proponer nada en concreto. El primer debate inútil fue motivado por su indumentaria. Un -senador liberal, aferrándose al reglamento, intentó que no entraran al salón de plenos con sombrero. Después de discursos insulsos y frases tontas, los indígenas recibieron el apoyo de la mayoría. Nadie se opone ya a que Floro use, como todos los guambianos, sombrero de paño, falda y ruana. Anatolio no se quita su pequeño sombrero blanco de paja, ni se descuelga una mochila que le regalaron los guajiros. "Creo que el pueblo blanco y mestizo no ha podido aún interpretar la cultura de los pueblos indios", comenta, con un asomo de tristeza, Floro Tunubalá.
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