Los partidos europeos después de Maastricht
Con el Tratado de Maastricht, la Comunidad no avanza nada más que unos pasos en el camino de la democracia. Las prerrogativas que atribuye al Parlamento Europeo corresponden, poco más o menos, a las que los parlamentarios de los Estados detentaban a finales del último siglo. Su ejemplo podría inspirar a los diputados de Estrasburgo. Para desarrollar el poder de los diputado nacionales para votar las leyes y controlar al Ejecutivo, las reformas institucionales han sido menos importantes que la acción de los partidos políticos.Organizándose, desarrollándose, educando y encauzando a los ciudadanos, los partidos políticos han obtenido el apoyo de sus mandatarios para acrecentar la importancia de su mandato, forzando así a los Gobiernos, a los elegidos del pueblo, a reconocer los poderes que corresponden a su función.
La debilidad del Parlamento Europeo no se acusa únicamente: en la insuficiencia de sus poderes jurídicos, sino, más aún, en su aislamiento político. Sus diputados se encuentran más o menos separados de los partidos que les han elegido porque éstos se interesan, sobre todo, por los problemas nacionales. La doble pertenencia de algunos diputados comunitarios no cambia gran cosa porque no pudiendo llevar a cabo perfectamente los dos mandatos, se encuentran marginados en una de las dos asambleas. Sólo se desarrollará la influencia de los partidos en el cuadro comunitario si las 12 organizaciones nacionales de cada familia política se reagrupan de forma estrecha y permanente. Los democristianos han tomado desde el. principio esta dirección, llamando a su grupo parlamentario de Estrasburgo, Partido Popular Europeo.
La estructura de esta agrupación no se corresponde todavía con el federalismo que indica su nombre. Pero esto no ha asustado a los conservadores británicos puesto que sus diputados comunitarios van a integrarse en el grupo del PPE y Valery Giscard d'Estaing se prepara para hacer lo mismo con algunos amigos liberales. Se ve así dibujarse un cierto reagrupamiento de la derecha democrática. Esto podría suponer un serio obstáculo para el empuje neofascista que se está produciendo por todas partes, en distintas versiones.
La unión de los partidos socialistas de la Comunidad se retrasa en este aspecto. Reunidos en Bruselas el 3 y 4 de diciembre, sus líderes publicaron una importante declaración para orientar la conferencia de Maastricht, a pesar de que en junio rechazaron el proyecto de la creación de un partido socialista o socialdemócrata europeo.
Creciente interferencia
Tales, uniones serán necesarias en el futuro en todas las familias políticas. Los que lo comprendan antes llevarán ventaja porque las decisiones europeas serán cada vez más importantes en comparación con las decisiones nacionales, y éstas serán más eficaces en tanto en cuanto se adapten a las primeras. La creciente interferencia de los dos ámbitos hará cada vez más necesario que los diputados europeos y los diputados nacionales se encuentren estrechamente ligados a sus respectivos partidos y, cada uno de ellos, igualmente unidos a sus homólogos de los otros 11 Estados. Por su tradición internacionalista la izquierda debería adaptarse mejor que la derecha a la nueva situación. Pero sus divisiones internas dificultan el objetivo en la mayor parte de los estados comunitarios.
En el Reino Unido y en Alemania, la izquierda se expresa prácticamente en un gran partido, laborista o socialdemócrata. Partiendo de la misma situación de base, en Holanda y Dinamarca ve perturbada su unión por pequeños grupos autónomos, mientras que en Bélgica se ve afectada por la oposición de los flamencos y los valones.
En Francia, Italia, España, Portugal y Grecia, la presencia de una tradición comunista importante ha impedido desde hace tiempo la unión de la izquierda. En París, el tabú se ha roto desde hace casi 20 años, por el Programa Común, de 1972, y el Gobierno de Mauroy, de 1981-1983. Pero el arraigado estalinismo del partido de George Marchais le condujo, a la vez, a renunciar a la Comunidad Europea y a dislocar la unión de la izquierda. En Madrid, Lisboa y Atenas, los conflictos entre renovadores y refundadores testifican una evolución que se apoya también sobre las alianzas con los socialistas de izquierda.
El sentimiento de los comunistas y de los ex comunistas, traumatizados por el hundimiento de la Unión Soviética, se parece a menudo al que hubiera conmovido a un cristiano ante la prueba de ¡a no existencia de Cristo. Algunos se aferran desesperadamente a los antiguos dogmas, como lo indica una encuesta del Partido Comunista Francés. Otros buscan tanteando alguna nueva luz en esa oscuridad a la que han sido arrojados brutalmente. Todos están influenciados por el ejemplo de sus camaradas italianos.
Orientación audaz
Desde Gramsci, el partido comunista más grande de Europa occidental ha estado comprometido en una vía original. Ha tomado una orientación audaz con Berlinguer, que rompió con la Revolución de Octubre desde la invasión de Afganistán por los soviéticos, en diciembre de 1979. Transformándose a principios de 1991, después de dos años de vacilaciones, en Partido Democrático de la Izquierda (PDS), el PCI ha seguido hasta el final la lógica de una evolución en germen desde sus orígenes.
Todavía ensombrecido en su país, después de una mutación tan profunda, su imagen comienza a precisarse en el plano de la Comunidad. Mantiene las mejores relaciones con la socialdemocracia alemana y con el Partido Socialista francés. En el Parlamento Europeo, su grupo de la Izquierda Unitaria le pone en contacto con los grupos análogos de España, Grecia y Dinamarca, al tiempo que colabora estrechamente con el Grupo Socialista.
El 5 de diciembre, los dos grupos han tenido por primera vez una reunión conjunta para la preparación de Maastricht. Ambos han decidido tener reuniones con regularidad para profundizar conjuntamente en soluciones concretas. Así podemos esperar que se vaya desarrollando paso a paso una coordinación entre las izquierdas europeas que reforzará su unidad dentro de su diversidad. Los verdes estarán naturalmente en este conjunto, porque la ecología se opone al abuso imperialista.
Después del hundimiento en el siglo XX de la ideología que Marx elaboró en el siglo XIX, las estrategias concretas del conjunto de la izquierda no podrán ir muy lejos hasta que no se elabore una doctrina adaptada a estos tiempos. Europa será el fundamento esencial porque las instituciones de la Comunidad tienden a establecer una libertad económica y monetaria que acrecentará las desigualdades al mismo tiempo que la producción.
Si el aspecto social no está tan desarrollado como el aspecto laisse-faire laisser-passer, si la libertad de las iniciativas privadas no están encuadradas por un poder político cuidadoso, en el más amplio sentido de la palabra, de la justicia entre los hombres y de la protección de la naturaleza, el siglo XXI podría ver revoluciones tan terribles como la de Octubre de 1917.
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