Estreno sin voltios
El Ballet Lírico Nacional (BLN), en un teatro sorprendentemente plagado de huecos -a pesar del gancho que su joven director, Nacho Duato, ejerce sobre amplios sectores del público-, presentó dos obras de estreno que se suman a su creciente repertorio contemporáneo. También sorprendentemente la obra de Duato, Rassemblement, quedó por encima del Bits & pieces, del holandés Van Manen, que fue en la década del sesenta al setenta director artístico del Netherlands Dans Theatre, y desde hace cuatro años ejerce allí de coreógrafo estable.Y es que la obrita relax (minimalismo corto mezclado con escenas de broma sobre el ballet) no es lo más representativo del oficio de este afamado autor, sólo de su buen sentido del humor. Tampoco era la adecuada para iniciar una colaboración seria con el BLN; a todos recordó su otro intrascendente In and out, montado para el Ballet de Ullate, pero cuando esta compañía ya contaba con cinco obras suyas.
Ballet Lírico Nacional
Acompañamiento: Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por Miguel Roa.Concierto madrigal (Duato /Rodrigo). Escenografia: W. Nobbe. Luces: E. Effron. Vestuario: Nacho Duato. Guitarristas: Miguel Trápaga y Paulino García. Bits & pieces (Van Manen / Byrne, Eno, Mendelssohn). Escenografia y figurines: Keso Dekker. Luces: J. Hostra. Rassemblement (Duato / Bissainthe). Escenografia: W. Nobbe. Luces: Lena Werinergren. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 13 de diciembre.
Sin la sombra de coreografias más sólidas, el kylianismo bien aprendido de Nacho Duato quedó por encima en una noche de poco voltaje, que, sin embargo, permitía apreciar la altura alcanzada por la compañía en ese estilo, fluido y de actitud apasionada, que Duato ha hecho suyo como buen discípulo de Jiri Kylian.
Una obra lograda
Rassemblement, estrenada por el Cullberg Ballet a principios de 1990, es una obra lograda, como su primer Jardí tancat, en cuanto a escritura de movimientos, aunque flaquea en sus intentos de mensaje, teatralizado de manera infantil y poco creíble (la liberación de los negros por la fuerza de sus raíces africanas). Las canciones de Toto Bissainthe a su país, Haití, llenas de profundidad y sentimiento, además de centrar el terna - cosa que el movimiento no hace en absoluto -, sirven como impulso rítmico para la danza, que Duato ha creado con más imaginación en evoluciones y gestos que las obras montadas anteriormente para el BLN y procurando salirse de la composición monótona. Los pasos a dos y el desgarrado solo de Catherine Allard merecen por sí solos el aplauso de esta presentación kylianista del ambiente vudú.En Madrigal se pudieron apreciar los progresos de Raúl Tino, con un movimiento engrandecido y maduro, de Mar Baudesson dominando la rapidez de quiebro y el temperamento del fandango, y de toda la compañía, que bailó desinhibida y segura. La coreografía se ve con menos interés cada vez, aunque su repetición continua de fórmulas mantiene una dinámica espacial de vaivén muy agradable a la vista y pegada al cariz poético de la partitura.
El Bits & pieces mezcla movimientos repetidos y congelados en distintas fases (en homenaje al pionero Edward Muybridge), con escenas que caricaturizan las entretelas de la profesión. Una bailarina comenta en alto sus emociones internas, contrarias al amoroso pas de deux que bailan. Unos compañeros sabihondos agobian a otra chica hasta impedirle hacer una miserable pirueta. En la última parodia, Duato interviene usando el control remoto para dirigir a sus bailarines como máquinas. Cuando se cambian las tornas, la broma no se redondea, pues en lugar de aparecer el coreógrafo como grotesco mastodonte dictador, Duato se preocupa de lucir su développé (en plié) y dejar bien su fama de bailarín. Lo consigue y dan ganas de que siga teledirigido por los demás.
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