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La crisis económica impide a los países del Este afrontar el deterioro ecológico

Las crecientes dificultades políticas y económicas que viven los países del Este convierten en un sueño lejano frenar el actual desastre ecológico, según se puso de manifiesto en el primer encuentro conjunto entre investigadores del este y el oeste de Europa sobre medio ambiente, organizado por el Consejo de Europa y clausurado ayer en Milán. Los asistentes afirmaron que, tras recuperar las libertades individuales, la preocupación por los problemas ambientales ha pasado del tercer al décimo lugar en la lista de prioridades.

El encuentro de Milán, organizado, junto al Consejo de Europa, por la Fundación Cariplo, se ha centrado en la búsqueda de estrategias comunes. "¿Cómo vamos a evitar que las grandes industrias aprovechen sus viejas tecnologías para invertir en países del Este?", se preguntó un representante de Turquía. La preocupación parece hoy relativa para las nuevas democracias, más necesitadas de las inversiones en sí mismas. Así, el investigador checoslovaco Zdenekmadar, del Instituto de Leyes de la Academia Checoslovaca de Ciencias, resumía en tres puntos la situación actual: primero, mantener la democracia; segundo, desarrollo económico, y después ecología", afirmó. Por su parte, el profesor Mijaíl Lemeshev, de la Unión Soviética, pidió limitar "el consumo creciente de energía y la posesión de bienes materiales", además de solidaridad por parte de los países occidentales. Una solidaridad cuya materialización podría ser un fondo europeo para la transferencia de tecnología al Este, tal y como propuso Alexander Kiss, del Centro Nacional de Investigación Científica de la Universidad Robert Schuman, de Estrasburgo."El mejor camino para proteger el medio ambiente es tener moderna tecnología", reconoció el ministro de Medio Ambiente de Estonia, Tonis Kaasik. "Hace algunas semanas mi Gobierno aprobó una ley para inversiones extranjeras con grandes ventajas para los inversores", explicó, dejando también entrever el temor del sector empresarial extranjero "al contexto político general de nuestros países".

Para muchos representantes occidentales, esta última circunstancia será determinante para que sus colegas del Este tengan que rebajar momentáneamente sus pretensiones en cuestiones ecológicas. "Como sucede en el Tercer Mundo, su prioridad ahora es comer", no dudó en afirmar un investigador belga.

Problema común

El panorama dibujado por expertos de Polonia, Checoslovaquia y de la extinta Unión Soviética sobre el estado ambiental de sus respectivos países fue casi catastrófico, y culparon de ello tanto a la actividad industrial como a las operaciones militares, por otra parte no sujetas en ningún país del mundo a tratados sobre protección de la naturaleza. Por citar un ejemplo, se consideraron prácticamente irrecuperables 30.000 hectáreas de terreno en torno a Chernóbil, tras el accidente ocurrido en esta central nuclear en 1986.Al reconocer, como hizo Lemeshev, que la contaminación radiactiva de Chernóbil afectó también a la República Federal Alemana y a Austria, toda Europa se siente embarcada en la misma travesía. Lemeshev expuso dos ejemplos más: "A pesar de los esfuerzos occidentales, la URSS, Polonia y la antigua Alemania del Este no respetaron los acuerdos sobre la protección del mar Báltico, lo cual ha impedido mejorar su sistema ecológico. Además, Finlandia y Noruega están fuertemente afectadas por la contaminación procedente de los complejos metalúrgicos instalados al norte de la Unión Soviética, en la península de KoIa".

Alexander Kiss, por su parte, se mostró partidario de elevar la defensa de los recursos naturales al mismo nivel que la de los derechos humanos. Es decir, constituir una convención europea sobre medio ambiente y posteriormente implementarla con una comisión semejante a la actual de derechos humanos. "Tener además un tribunal europeo de medio ambiente sería maravilloso, pero no me parece que hoy muchos países aceptaran ceder jurisdicción en este aspecto", explicó Kiss en Milán.

Porque uno de los problemas mayores de la Comunidad Europea es el control de la aplicación de las más de 200 normas sobre protección de la naturaleza que la CE ha dictado en los últimos 20 años. "España no es el país que respeta más estos acuerdos", manifestó diplomáticamente Kiss, que abogó por una mayor información y educación social sobre medio ambiente.

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