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EE UU ofrece a las repúblicas soviéticas pagarles por destruir su arsenal nuclear

Bush convoca una conferencia internacional para coordinar la ayuda a la URSS

El secretario de Estado norteamericano, James Baker, llegará el domingo a Moscú con el regalo más ansiado por los soviéticos: la firme promesa de que Occidente en pleno les ayudará a pasar el invierno. Pero con una condición: que destruyan su arsenal nuclear y garanticen así la paz mundial. El diplomático norteamericano propuso ayer la convocatoria en Washington, a principios de enero, de una conferencia internacional en la que Estados Unidos, todos aquellos países que le apoyaron en la guerra contra Irak y las principales instituciones financieras pongan en marcha un plan urgente para enviar ayuda humanitaria a los ciudadanos de la desmembrada Unión Soviética.

"Si durante la guerra fría gastamos miles de billones de dólares en misiles y bombarderos para destruir las armas nucleares soviéticas, seguramente ahora podemos gastarnos sólo unos millones de dólares para destruir y controlar esas armas nucleares en tiempos de paz", afirmó Baker anoche. No se trata ni de caridad ni de ayuda, aclaró con gran pragmatismo. Constituye, simplemente, "una inversión en un futuro seguro para todos los norteamericanos", y de paso para el resto de Occidente. Si esto no se hace, advirtió Baker, "la economía soviética sufrirá un colapso completo a corto plazo, y el caos y la anarquía se impondrán". Ayer mismo, las autoridades soviéticas confirmaron que casi la mitad de los aeropuertos habían tenido que cancelar la mayor parte de sus vuelos por falta de combustible.Precisamente ayer, el Parlamento de la Federación Rusa, a petición del presidente Borís Yeltsin y por abrumadora mayoría, ratificó la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), decidida el pasado domingo por las repúblicas de Rusia, Ucrania y Bielorrusia. El aún presidente de la URSS insiste en que este proyecto, que entra en abierta contradicción con su deseo de crear una Unión de Estados Soberanos, encierra lo que él considera el mayor de los peligros: "la desintegración".

El Parlamento ruso denunció asimismo el tratado fundacional de la URSS (firmado en 1922) y destituyó a los diputados que representaban a Rusia en el Sóviet Supremo.

Páginas 2 y 3

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