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Una ley federal permite a los estadounidenses elegir el tipo de agonía que prefieren

Los ciudadanos de Estados Unidos pueden elegir a partir de ahora qué tipo de agonía desean tener. Antes de someterse a una operación, dar a luz o acudir a una consulta, una nueva ley federal les invita a rellenar, de forma completamente voluntaria, un documento que recoja si, en caso de que fuera necesario, aceptarían ser alimentados y respirar artificialmente, ser sometidos a una operación del cerebro o soportar una terapia de electrochoque para prolongar sus días de vida.

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Mayor control del paciente

Los hospitales tienen la obligación de explicar a los pacientes las leyes que sobre voluntad de vida existen en cada Estado, así como cualquier otra duda que les planteen los enfermos potenciales. Una de las formas que se proponen para demostrar esta voluntad sugiere que se comience con una frase como: "Si mi cerebro está dañado o padezco alguna enfermedad que me impide reconocer a las personas o hablar y no hay esperanzas de que mi condición mejore, no quiero recibir los siguientes tratamientos (...)". Otra propuesta, no menos estremecedora, pero sí más ambigua, comienza diciendo: "Si mi enfermedad está en fase terminal, no quiero recibir los siguientes tratamientos ( ... )".La línea que separa este tipo de documentos que autorizan la muerte y la eutanasia, que es la voluntad de morir, se estrecha, aunque no desaparece, a juicio del doctor de ética del Instituto sobre Ciencias de la Vida de Nueva York, Peter Boyle. "El resultado de ambas es el mismo, un cadáver. Sólo que en un caso el paciente ha querido evitar el dolor de un tratamiento no efectivo, y en el caso de una eutanasia existe una voluntad moral del enfermo de morir, independientemente de los resultados del tratamiento", declaró en un tono sereno este especialista en bioética de 37 años. Boyle manifestó que es la voluntad moral lo que diferencia a la eutanasia, que es un suicidio asistido, de dejarse morir.

La muerte preocupa a los habitantes de este país, en el que los cementerios se confunden con los parques. Los medios de comunicación informan periódicamente de casos como el de Nancy Cruzan, una enferma en coma desde hace años, a quien un tribunal negó el derecho solicitado por los padres a que le desconectaran los aparatos que la mantienen con vida. El Tribunal Supremo apoyó la decisión del juez de Misuri, quien consideraba que la familia carecía de evidencias claras sobre cuál hubiera sido el deseo de la enferma. Decenas de miles de americanos se encuentran en la misma situación que Nancy, mantenidos artificialmente con vida durante años sin ninguna esperanza de recuperación.

Una copia para el enfermo

El Gobierno federal ha elaborado este documento, que entró en vigor a principios de mes, para que cada paciente establezca su voluntad. Una vez firmada la decisión, el enfermo debe pedir que se incluya en su historial médico, guardar una segunda copia en un lugar fácil de encontrar en caso necesario y llevar una pequeña tarjeta en la cartera explicando dónde queda constancia de su voluntad.Dentro de esta planificación del sufrimiento, los norteamericanos pueden también nombrar a un representante que decida por ellos. Una regla de precaución lleva a la anulación automática del cónyuge que habiendo sido elegido representante se divorcia del paciente potencial.

Tampoco la decisión de renunciar a determinados tratamientos es definitiva: se puede precisar la fecha de caducidad o simplemente llegado un momento comunicar por escrito o verbalmente a las partes que se ha cambiado de opinión. Algunos Estados cuentan desde hace años con este tipo de directrices. Sin embargo, tan sólo un 9% de la población americana ha optado por utilizarlo.

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