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ANTE LA CUMBRE DE MAASTRICHT

La 'siniestrosis', nuevo mal nacional

J. V. El nuevo mal francés se llama pesimismo. Los franceses tienen la impresión de estar atravesando una tormenta con una barco medio tocado y un capitán demasiado viejo. Es lo que ese capitán, el presidente François Mitterrand, llama "una crisis psicológica", y también la siniestrosis.

Este otoño, no hay día en que las calles de París no sean escenario de manifestaciones antigubernamentales. Desde mayo de 1968, Francia no conocía tantas y tan diferentes protestas.

Al mismo tiempo, las encuestas de opinión muestran que Mitterrand ha alcanzado el mayor nivel de impopularidad presidencial en toda la historia de la V República, y lo mismo puede decirse de Edith Cresson al frente del Gobierno. Los ministros no se atreven a salir de París para no enfrentarse a los tomatazos de los campesinos.

Como acaba de afirmar en Antenne 2 el presidente del Parlamento Europeo, el español Enrique Barón, la situación francesa no es nada alarmante vista con los ojos de un extranjero. Francia tiene una moneda sólida, una inflación bajísima, una mano de obra preparada, una élite bien formada, unas buenas infraestructuras, un prestigio internacional, una calidad de vida envidiada por británicos y alemanes.... y, sin embargo, a los franceses todo esto no les sirve de consuelo.

Para los franceses, todo va mal. Hay que reformar una Constitución que sólo tiene 33 años. El paro se acerca inexorablemente a la cifra de tres millones de personas y, sin duda, la superará. La industria nacional desaparecerá bajo la presión de alemanes y japoneses. La identidad francesa está amenazada tanto por la Europa sin fronteras como por la presencia de inmigrantes del Tercer Mundo. Todo va mal, y lo peor está todavía por venir. En una palabra, una paranoia colectiva.

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