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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Bruckner para Santa Cecilia

Desde hace unos años la Orquesta Sinfónica de Madrid celebra la fiesta de Santa Cecilia, patrona de los músicos, con un concierto y una cena. Reanuda así una vieja tradición que, como tantas, no parece apoyarse en fuertes razones, pues si se duda de la misma existencia de la santa, siempre fue problemática su relación con el arte de los sonidos. Lo cierto es que ya en 1502 nace la primera Sociedad Santa Cócilia y que Italia y Normandía se disputan la paternidad de la leyenda o tradición musical.Da lo mismo cuando un Haendel y un Purcel escriben sus odas a Santa Cecilia, un Gounod su Misa y, en nuestro tiempo, un Britten su Himno. Y esto echo de menos en la fiesta de la Sinfónica: la programación de alguna de estas obras que, aparte la dedicación, encierran notables bellezas.

Orquesta Sinfónica de Madrid

Director: A. Ros Marbá. Solista: J. Achúcarro, piano. Obras de Mozart y Bruckner.Auditorio Nacional, Madrid. 25 de noviembre.

Yo no sé si el ángel al acercarse a la noble Virgen siciliana escuchó admirables sonidos, según el presunto milagro, pero nosotros sí que oímos una magnífica versión de la Séptima Sinfonía, de Anton Bruckner, artista beatífico y profundo, que pasó la vida entre los altares como piadoso organista de San Florián.

Si hay una música noble, bien construida y tensada después del sinfonismo beethoveniano, es, con la de Brahms, la de Bruckner. Su autor evidencia su inclinación por su antecesor de Bonn tanto como su entusiasmo por Wagner. Pero en cualquier caso, hizo su obra, renovó el infinito mensaje de la Sinfonía grande de Schubert y es hoy un compositor admirado. y una prueba de fuego para un director-músico. Antoni Ros Marbá lo es el plenitud y, por lo mismo, mostró lo mejor de su personalidad en una interpretación cálida y mesurada transparente, lógica y desentrañadora, dentro de una continuidad que no impedía la iluminación de todos los detalles.

Antes, Joaquín Achúcarro y la Sinfónica nos dieron el Concierto en sol, K453, de Mozart. Uno y otra sacaron a los pentagrarnas del salzburgués hasta el último jugo de una belleza musical sin precedentes, de una partitura que canta siempre y en la que la armonía, más que término técnico particularizado, se alzó a modo de concepción casi filosófica. Solista, maestro y la excelente Sinfónica, que se supera día a día, recibieron los prolongados aplausos de un público conquistado por Wolfgang Amadeus tanto como por Anton Bruckner. Total, un verdadero triunfo para la música de Austria, perfectamente entendida y transmitida por dos músicos españoles de alta categoría y una orquesta plurinacional en, cuya plantilla se cuenta una cuarentena de apellidos extranjeros.

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