El reto de Ghali
CON MÁS facilidad de la prevista, Butros Ghali, vicepresidente de Egipto y diplomático de larga experiencia, ha sido nombrado nuevo secretario general de la ONU, a falta del requisito formal de su ratificación por la Asamblea General. En su elección influyó, sin duda, la demanda de la Organización de la Unidad Africana de que un ciudadano de este continente ocupara el cargo. Hasta ahora lo han desempeñado tres europeos, un asiático y un latinoamericano. Al mismo tiempo, ha predominado un concepto clásico de las cualidades precisas para ocupar el cargo: la capacidad de negociar soluciones en favor de la paz en situaciones conflictivas. La trayectoria de Ghali, colaborador directo de Sadat en los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto, justifica su elección.Algunos Gobiernos consideraban más conveniente que el nuevo secretario general fuese un ejecutivo enérgico dispuesto a poner orden en una burocracia considerada excesiva. Tal criterio no ha prevalecido. Probablemente ha sido un acierto, ya que, en esta etapa de la ONU y por urgente que sea la renovación administrativa, la tarea prioritaria es convertirla -como ya ha empezado a ocurrir en los últimos años- en un órgano central, político y operativo, capaz de resolver los conflictos y de garantizar, en la mayor medida posible, la paz y seguridad del mundo.
Pérez de Cuéllar ha sido el hombre de la transición entre la guerra fría -que tendía a hacer de Naciones Unidas un lugar de polémicas y frenaba su eficacia pacificadora- y un nuevo orden mundial en el que los organismos de seguridad colectiva deben tener un campo de acción mucho mas amplio. Ghali llega, pues, en un momento prometedor para que la organización internacional pueda cumplir eficazmente la misión que le asignaron sus fundadores en 1945.
En el funcionamiento de la ONU, con la Asamblea General y el Consejo de Seguridad como órganos representativos y decisorios, el papel del secretario general tiene una gran importancia. Papel que se ha potenciado en el transcurso de los años en que el enfrentamiento entre la URSS y EE UU bloqueaba la adopción de acuerdos colectivos. Del secretario general dependen las operaciones de protección de la paz, incluido el envío de observadores y cascos azules, que han desempeñado una función tan decisiva en Angola, Namibia y Chipre, y que inician ahora, en Camboya, una operación de mayor entidad que las anteriores. Es también el último recurso de la paz en las situaciones límite.
Son numerosos los debates que están hoy en curso sobre la reorganización que debe realizar Naciones Unidas para adecuarse a su creciente papel, sin por ello reformar una carta fundacional cuya revisión es sumamente difícil. Cabe esperar que el nuevo titular aborde su misión con espíritu innovador, pues en la solución de los conflictos, la ONU necesita una mayor operatividad, revitalizando incluso los artículos programáticos olvidados durante la guerra fría. Una ONU con más peso y con medios más adecuados podría frenar la tendencia, tan claramente manifestada en la guerra del Golfo, a convertir el nuevo orden internacional en un simple dominio de EE UU.
Además de su misión prioritaria de salvaguardar la paz, la ONU tiene, con sus agencias especializadas, una gran labor para promover la gestión global de problemas que, como el medio ambiente, la lucha contra el hambre y las epidemias, la protección de los mares..., exigen por su propia naturaleza enfoques universales. Ciertamente, el que las citadas agencias no sean más resolutivas se debe esencialmente a un exceso de burocracia. El inicio de una gestión es el mejor momento para que un secretario general pueda tratar con energía problemas de ese género.
Si Pérez de Cuéllar mereció alguna crítica fue la de ser demasiado continuista con la vieja rutina de la organización internacional. Butros Ghali debe ser capaz de no caer en debilidades de ese tipo y de responder al reto que le plantea un mundo necesitado de imaginación y audacia.
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