_
_
_
_
Tribuna:EL FUTURO ECONÓMICO DEL VIEJO CONTINENTE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

España y el Área Económica Europea

Alcanzado ya el compromiso político para la creación del Área Económica Europea (AEE) entre los países comunitarios y los integrantes de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), y conocidos ya sus parámetros más destacados como mayor mercado del mundo, merece la pena hacer algunas reflexiones sobre la incidencia que el nuevo área puede tener sobre la economía española. Reflexiones necesariamente provisionales, habida cuenta de que todavía no se dispone del acuerdo definitivo.Es importante precisar, antes de nada, que la AEE no es un verdadero mercado único, ni siquiera una unión aduanera ni un mercado común. El mantenimiento por parte de los países de la EFTA (Suecia, Finlandia, Noruega, Islandia, Austria, Suiza y Liechtenstein) de sus políticas agrícolas y de sus propios aranceles frente a terceros países, hace imposible por el momento la eliminación de las fronteras físicas con la CE. Lo que habrá es una profundización de la clásica zona de libre intercambio comercial, hacia un concepto original en integración internacional, que implicaría una amplia libertad también en intercambios de servicios, capitales y personas, pero sin llegar a mantenerse una frontera exterior común ni a eliminar las fronteras interiores. Los países de la EFTA se quedan así a medio camino de la integración plena en la CE, en una especie de periodo transitorio de adhesión sin exigencia de continuidad.

Los intercambios españoles con la EFTA son importantes, aunque inevitablemente muy inferiores a los mantenidos con la Comunidad Europea, suponiendo algo más del 4% de las exportaciones y del 8% de las importaciones españolas. Los visitantes turísticos procedentes del área suponen cerca del 6% del total recibido. La inversión directa de la EFTA en España supone del orden del 9% de la total, y la española en dichos países, en torno al 3,5% de la canalizada al exterior. La mayor parte de los intercambios comerciales actuales con la EFTA tiene un componente industrial. En la importación destaca la maquinaria, así como los productos. papeleros y químicos; los productos alimenticios suponen en torno al 6%, mayoritariamente productos pesqueros. En la exportación sobresalen los productos agroalimentarios (algo más del 20% del total), la maquinaria, los auto móviles o los productos metálicos intermedios.

Precisamente en productos industriales, la creación de la AEE tendrá reducida incidencia sobre los intercambios mutuos. Al no eliminarse las fronteras físicas, se añade poco a la situación actual, en que los productos industriales españoles (y algunos productos pesqueros y agrícolas) ya acceden sin ningún arancel a estos mercados. Los productos de la EFTÁ igualmente iban a acceder sin aranceles al mercado español desde 1993, en virtud del Tratado de Adhesión, se creara o no la AEE. La única ventaja puede venir por el lado de la simplificación prevista en los trámites aduaneros, pero que tendrá un alcance limitado.

Importantes podrían ser los beneficios derivado de la supresión de barreras técnicas al comercio y la apertura de los mercados públicos. En el primer aspecto, la adopción de la filosofía comunitaria implicaría importantes ventajas para las empresas, pues los productos legalmente fabricados y comercializados en la CE verían ampliado automáticamente su mercado a la EFTA. Las ventajas derivadas de la apertura de los mercados públicos tendrían un carácter más específico, puesto que sólo ciertas empresas de sectores concretos (telecomunicaciones, ferroviario, etcétera) están en disposición de acceder a contratos de este tipo. Los beneficios serán así seguramente mayores para la EFTA.

En cuanto a productos agropecuarios, los países de la EFTA no se integran en la Política Agrícola Común y mantienen sus propios esquemas protectores. Las ventajas para España llegarán por la eliminación de trabas a la importación de ciertos productos (concesiones agrícolas por cohesión), como pueden ser los cítricos, las fresas o el vino y por la suavización de los obstáculos fitosanitarios y veterinarios. Respecto a la pesca, la aceptación por la EFTA de que los barcos españoles y portugueses faenen en sus caladeros implicará la apertura de los mercados comunitarios a sus productos pesqueros, lo que debería suponer beneficios mutuos.

Respecto a los servicios, aunque la liberalización no será seguramente completa y estará sometida a periodos transitorios, no dejarán de notarse en alguna medida los efectos positivos de la mayor competencia. El turismo, por su lado, habrá de verse favorecido tanto directa como. indirectamente por la creación del nuevo área. Los procesos de apertura económica, homogeneización y eliminación de barreras tienen siempre un efecto favorable sobre la actividad turística. Los movimientos de capitales, ya sean a corto o a largo plazo, deberán verse también potenciados por el nuevo marco de referencia, aunque la libertad tampoco será completa.

Repercusiones

En definitiva, la creación de la AEE se traducirá en un crecimiento de los intercambios de todo tipo entre España y los países de la EFTA, que han ido perdiendo peso en los últimos años en beneficio de los países de la CE, aunque la tendencia no se invertirá, sino que, como mucho, se estabilizará. Por lo demás, la AEE supone un nuevo paso en el proceso de aceleración competidora a que se está viendo sometida la economía española desde 1986, que exigirá de sus diversos agentes renovados esfuerzos de adaptación, que deberían traducirse en nuevas inversiones que mejoren la producción, moderen el crecimiento de los precios y eleven la competitividad. Con todo, los efectos de la creación de la AEE no alcanzarán ni de lejos los generados por la creación del mercado interior comunitario, tanto por la menor dimensión de los nuevos, mercados (el 10% de la CE) como por el menor grado de. integración que se persigue. Es previsible que los efectos sean globalmente positivos sobre España, aunque para paliar aquellos que puedan ser negativos se dispondrá de los fondos de solidaridad o cohesión, que alcanzarán los 2.450 millones de ecus durante cinco años, de los que tal vez la mitad puedan corresponder a España.

Miguel Morán Serrano y Javier López Sornoza pertenecen al área de comercio exterior de Analistas Financieros Internacionales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_