Cierre jubiloso
En el concierto de clausura del 12º Festival de Madrid pasaron muchísimas cosas y todas buenas, algunas incluso verdaderamente excepcionales. Tete Montoliu y Bobby Hutcherson desafiaron la afinidad tímbrica de sus respectivos instrumentos y disfrutaron, con una perenne sonrisa festiva, de un encuentro que más que alegre fue jubiloso. Por su parte, el saxofonista valenciano Perico Sambeat se tuteó con músicos, jóvenes pero curtidos, nacidos en la misma cuna del jazz y dejó abierta de par en par la ventana de la esperanza. Hay razones para pensar que, en breve, su nombre figurará junto al de Tete y un dramáticamente corto etcétera en la lista de exportables del desnutrido jazz español.Que se fastidie Herbie Hancock y me perdonen Cyrus Chestnut y Marcus Roberts, pero el Steinway del teatro Alcalá no ha sonado durante este festival tan rico en matices, tan magno, como cuando el gran Tete le ha puesto sus sabias manos encima. El dúo que forma con su maestro Hutcherson tiene textura de terciopelo y funciona como la seda. Maravillaba ver cómo cada uno buscaba su hueco, cómo lo encontraba y, cómo, a continuación, invitaba al otro a pasar cortésmente. En la hora que permanecieron sobre el escenario escribieron todo un tratado de urbanidad jazzística y borraron de un plumazo la idea de que el jazz libre es propio de músicos airados. Felices, radiantes de swing, hicieron libérrimas y emocionantes incursiones en Over the rainbow, Misterioso, Good bait y Little B's poem, una preciosa pieza original del vibrafonista. Dejaron al patio de butacas totalmente conmovido.
Dúo Tete Montoliu-Bobby Hutcherson y Perico Sambeat-Michael Mossman Quintet
Tete Montoliu (piano) y Bobby Hutcherson (vibráfono). Perico Sambeat (saxos y flauta), Michael Mossman (trompeta, fliscorno y trombón), David Yikoski (piano), Bill Moring (contrabajo) y Keith Copeland (batería). Teatro Alcalá. Madrid. Aforo: 700 personas. Precio: 1. 800 y 2.000 pesetas. 15 de noviembre.
Así estaba todavía cuando aparecieron Sambeat y el brillante trompetista Michael Mossman al frente de una competente sección rítmica que incluía al estupendo pianista David Kikoski. Hicieron el jazz joven que se escucha mayoritariamente en Nueva York ahora mismo: el bebop de los noventa. Sambeat se acopló a él con sorprendente naturalidad y, es más, aportó composiciones propias que no desentonaron en absoluto con su estética. Tocó muy bien la flauta y el saxo soprano, pero fue al alto donde se mostró más seguro. A sus 29 años es más que una promesa, es el músico español a seguir.
Babelia
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