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Major intenta frenar el declive de los conservadores

Enric González

El Gobierno conservador británico acudió ayer a las elecciones parciales convocadas en tres circunscripciones con el ánimo predispuesto a la derrota. Los sondeos auguraban que de los tres escaños en disputa por fallecimiento, dos serían para los laboristas y uno para los liberales-demócratas. Hasta ahora, dos eran conservadores y uno laborista.

Ante el descenso de su popularidad, el Gobierno de John Major parece decidido a liberarse de la herencia de Margaret Thatcher antes de las inminentes elecciones generales -probablemente en mayo-, y ha anunciado un incremento de casi dos billones de pesetas en el gasto público. El objetivo es frenar a toda prisa el deterioro de los servicios en salud y transporte, que supone un enorme lastre para las expectativas conservadoras de permanecer en el poder.De confirmarse los pronósticos en las elecciones de ayer, los conservadores habrían perdido las siete elecciones parciales celebradas desde marzo de 1989 y, además, quedarían relegados al tercer lugar en Escocia, por detrás de laboristas y liberal-demócratas.

En la circunscripción de Kincardine (Escocia), el candidato liberal-demócrata debía obtener -según los sondeos- una amplia victoria sobre el laborista y el conservador. La pérdida de este escaño, tradicionalmente conservador, dejará al partido en el Gobierno con sólo nueve diputados en Escocia, frente a diez de los liberal-demócratas -que se convierten en segunda fuerza política- y los abrumadores 48 de los laboristas.

En Langbaurgh los conservadores también parecían destinados a perder el escaño, a favor de los laboristas en este caso. Y en la tercera circunscripción, Hemsworth, los laboristas deberían mantener su escaño, siempre según las encuestas.

Las malas perspectivas en estas elecciones parciales arrojan .nuevas sombras sobre el ánimo conservador ante las inminentes elecciones generales, a celebrar probablemente en mayo del añopróximo. La única opción que John Major ha encontrado para recuperar la iniciativa política ha sido la de enterrar definitivamente el thatcherismo. El canciller del Exchequer (ministro de Finanzas), Norman Lamont, ha anunciado para el próximo año un enorme incremento del gasto público, cifrado en casi dos billones de pesetas, con el que mejorar el depauperado Servicio Nacional de la Salud, elevar el nivel educativo y afrontar la modernización de la obsoleta red ferroviaria.

Esta nueva actitud estatal se opone radicalmente a los antiguos principios thatcheristas de reducir al máximo el presupuesto y hace ya imposible la reiterada promesa conservadora de reducir los impuestos. Lo que no está claro, según la oposición laborista y numerosos analistas financieros, es de dónde saldrá todo ese dinero. Lamont promete una inminente recuperación económica -como viene haciendo desde que accedió al cargo hace un año- que incrementará la actividad económica y los ingresos estatales. La oposición cree que el Gobierno conservador no tendrá más remedio que endeudarse más -otro tabú en tiempos de Thatcher- y, quizá, elevar los impuestos.

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