Madrid, por fin
DECIA SIR Karl Popper el lunes pasado, en la sesión de su investidura como doctor honoris causa de la Universidad Complutense, que es de la "mayor importancia el principio según el cual podemos aprender mucho de la discusión; incluso cuando no nos lleva a un acuerdo". Con cuánta oportunidad pueden aplicarse estas palabras a la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo que empieza hoy en Madrid. Es el principio del diálogo; es incluso el principio de un diálogo que presumiblemente durará años y de cuyos efectos catalizadores nadie puede estar seguro en este momento. Algo impensable hasta hace bien pocas semanas. Ojalá todos aprendamos de, la discusión y las partes en conflicto saquen las lecciones que les conduzcan a la paz.Hoy, en el Palacio Real, se sentarán juntos delegados israelíes y árabes para abordar con las armas de la negociación, y no con las de la violencia, los complejos problemas que han hecho de Oriente Próximo un foco constante de conflictos durante las últimas décadas. Lo que es más: la presencia simultánea en una misma mesa de israelíes y palestinos es un hecho sin precedente desde la fundación del Estado judío en 1949.
Si bien formalmente EE UU y la URSS son los convocantes de la conferencia, todo el mundo sabe que el papel decisivo para que pudiera celebrarse ha correspondido a EE UU. ¿Tiene el presidente Bush un plan que quiera imponer a los asistentes? En su, conferencia de prensa conjunta con Mijaíl Gorbachov ayer aseguró que no; sólo desea que se dé una oportunidad a que del diálogo salgan las concesiones. Bastante ha hecho, dice, con traerlos a la mesa. No habla de las coacciones, amenazas, cantos de sirena y otros encantamientos que hubo de utilizar James . Baker ' su secretario de Estado, para hacerles venir a Madrid. Una conferencia a la que, con la probable excepción de los palestinos (que con el agua al cuello necesitan del acuerdo), todos han acudido de mala gana, pero han acudido.
No hay indicios de que en los contactos secretos que se han desarrollado intensamente durante meses hayan aparecido puntos de posible acuerdo. Por ello, las partes presentarán posiciones a primera vista irreductibles e incompatibles. Sólo un optimista inveterado podría esperar que los discursos de la fase pública de la conferencia sean el anuncio de un acuerdo sobre los temas conflictivos, Puede ser lo contrario. Ello no sería dramático. Quizá sea la pieza de un juego que no se desarrolla sólo en Madrid, sino en los propios países cuyas delegaciones animan estos días la vida de nuestra capital.
Casi nada de lo que se diga hoy y mañana en Madrid es absolutamente definitivo. Lo. único definitivo es la sangre derramada en las horas previas a la conferencia en Israel y Líbano en un alocado esfuerzo de los extremistas por ir que los sensatos se entiendan.
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