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Esquerra Republicana ha logrado escaso apoyo durante su campaña independentista

Enric Company

Cuando la oleada de explosiones nacionalistas en él que fue imperio ruso hizo estallar el Estado soviético, algunos nacionalistas catalanes se preguntaban si el Estado español no sería también un tigre de papel. A lomos de aquella oleada, Esquerra Republicana (ERC) lanzó a finales de agosto una campaña para que los ayuntamientos catalanes se pronunciaran a favor de la independencia. Sin embargo, de los 943 municipios catalanes, sólo 57 (el 6%) se han sumado a la campaña.

Aquel envite causó un pequeño terremoto en Convergéncia i Unió (CiU), la coalición que dirige el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Dos meses después, los nacionalistas moderados respiran ya tranquilos porque el tigre de papel ha resultado ser el independentismo. El intento de alzar a los ayuntamientos catalanes en un clamor por la independencia se ha revelado como una tarea imposible y una mera operación de partido, que ha consolidado a ERC como el banderín de enganche de los dispersos núcleos independentistas, pero no ha modificado en absoluto la situación política general catalana.

Uno de los objetivos básicos de la operación era romper las bases de CIU, en las que ERC creía poder contar con muchas simpatías independentistas. Pero lo cierto ha sido que la dirección de CIU ha sabido sujetar a sus 3.700 concejales salvo a unos 200 que han apoyado mociones independentistas.

Entre los 57 ayuntamientos que se han pronunciado a favor de la independencia no hay ninguna capital de provincia ni municipios de más de 30.000 habitantes. Los más populosos son los de Vilafranca del Penedés (Barcelona) y Valls (Tarragona), que tienen 27.000 y 20.000 habitantes y cuentan con alcaldes socialistas. Y en muchos casos las mociones votadas no defendían propiamente la independencia sino que simplemente hablaban de soberanía.

En los pueblos y ciudades cuyos concejales han respondido positivamente a la campana de ERC viven 308.000 personas, el 5% de los casi seis millones de habitantes que tiene Cataluña.

El inicio de la campaña otorgó un extraordinario protagonismo a ERC, y a su máximo dirigente Ángel Colom, porque en aquel momento todos los actores políticos contemplaron la situación catalana a través del prisma de lo que sucedía en la URSS, en las repúblicas bálticas y en Yugoslavia. Dos meses después la realidad demuestra. que las semejanzas entre estos países y Cataluña son irreales.

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El contraste es claro. Mientras ERC ha conseguido el apoyo de este 5,4% de municipios, todos ellos pequeños, a unas platónicas mociones, sobre el derecho a la independencia, Lituania, Letonia y Estonia son ya independientes; Yugoslavia se desangra en una guerra cruel, y la URSS está a punto de ser sustituida por algún tipo de confederación.

Esta batalla política era la prueba de fuego para la Esquerra Republicana de Colom. El ex dirigente de la Crida a la Solidaritat alcanzó la dirección de ERC hace dos años al precio de romper en dos el histórico partido. Y, ahora se ha visto, perpetrando lo que significaba una especie de golpe de estado programático. ERC defendía desde su fundación una propuesta de España federal en la que Cataluña se integraba por voluntad propia.

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