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LOS PROBLEMAS DEL MERCADO DE TRABAJO

El 'colchón' del empleo temporal

Si la actividad económica se desacelera, la caída de los puestos eventuales se repetirá

Todos los datos indican que las empresas españolas utilizan el empleo temporal como un colchón de ajuste cuando la actividad, se estanca. El menor crecimiento del empleo afecta también a los contratados temporales; en el cuarto trimestre del año 1990 se crearon casi 80.000 empleos temporales netos. en el primero de 1991 se destruyeron 14.000 y en el segundo de este ejercicio volvieron a crearse unos 80.000.Parece claro que la introducción de los contratos temporales logró su objetivo de quitar el miedo a los empresarios, quienes anteriormente no aumentaban las plantillas pensando en los costes que les supondría su eventual reducción. Parte de las excepcionalmente altas cifras de creación de empleo recientes debe adjudicarse al acceso a los contratos temporales.En este sentido, el episodio de la guerra del Golfo es paradigmático. Por un lado, el empleo se reduce ahora más deprisa en respuesta a shocks negativos que lo que lo hizo frente a los shocks del petróleo en los años setenta: basta con no renovar los contratos temporales que vencen.Por otro lado, en cuanto la actividad se recupera o se disipan las incertidumbres, el empleo vuelve a crecer sin demoras. La economía es ahora más dinámica, y eso es deseable. Pero también hay costes, uno de los cuales ya ha afectado a los Presupuestos del Estado para 1991: las prestaciones por subsidio de paro se disparan, pues contratos temporales de relativamente corta duración (seis meses) dan derecho al cobro del subsidio.El primer trimestre de este año ha sido el primero en que el empleo temporal ha caído. Si la actividad económica se desacelera de forma más permanente en el futuro, esta caída se repetirá y agudizará, con las consiguientes consecuencias presupuestarias para la Seguridad Social. Posiblemente esta consideración esté detrás del aumento de un punto porcentual de las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social que aparecen en los presupuestos para 1992. La contrapartida es que esta medida quizá afectó negativamente a la creación de empleo.Un segundo punto es que, a diferencia de lo que a veces se afirma, no es probable que el aumento de la proporción de empleo asalariado temporal, actualmente del 32%, vaya a ascender inexorablemente. En el primer trimestre esa proporción cayó ligeramente, y cabe pensar que su evolución será cíclica: subirá en las expansiones y caerá en las recesiones.En tercer lugar, es llamativo lo que ha venido sucediendo con los trabajadores con contrato permanente. Durante todo el periodo de expansión iniciado en 1986 el empleo fijo ha venid o cayendo. En los últimos tres trimestres se han destruido casi 110.000 empleos fijos. Las empresas han sustituido empleados fijos por temporales.

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No cabe pensar que este fenómeno continúe indefinidamente, tanto porque la legislación pone límites a la duración de los contratos temporales como porque parece que las propias empresas desean tener un núcleo duro de empleados fijos.

Sin embargo, las cifras indican que la proporción deseada de temporales en plantilla no se han alcanzado aún. Esto se aplica especialmente a las empresas grandes; en el caso de las pequeñas -cuyo empleo al crearse es casi totalmente temporal-, el mecanismo opera más bien a través de la creación y destrucción de la propia empresa.Puesto que los fijos no son tan fijos, conseguir un contrato permanente no garantiza la seguridad en el empleo, salvo a los funcionarios (cuyos costes de despido podríamos decir que son infinitos).Esto pone de relieve que lo único que garantiza la seguridad en el empleo es un crecimiento alto y sostenido de la economía.Samuel Bentoilla es profesor de Macroeconomía del Centro de Estudios Monetarios y Financieros.Luis Toharia es catedrático de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidad de Alcalá de Henares e investigador de la Fundación IESA.

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