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Una fiebre que se exporta

La fiebre de los dinosaurios lleva varias décadas en pleno auge en Estados Unidos, donde existen importantes yacimientos de fósiles bien conocidos, al contrario de lo que sucede en otros países, entre los que se incluye España. La fiebre se va extendiendo por el mundo occidental y ha resurgido al cumplirse 150 años del descubrimiento de los dinosaurios como tales y de su bautizo por el científico británico Richard Owen, que extrajo su denominación de las palabras griegas delinos (terrible) y sauros (lagarto).

También ha dado lugar a toda una industria y una generación de científicos que hacen del estudio de estos mamíferos, muchos de ellos enormes pero otros diminutos, la razón de su existencia.

La última moda es deducir de los yacimientos y nuevos hallazgos la forma de vida de los dinosaurios.

Se están descubriendo seis nuevas especies por año. Las deducciones científicas indican que los dinosaurios vivían en manadas, a veces enormes, en las que tendían a pisarse unos a otros. Cuidaban a los recién nacidos, podrían haber tenido una forma de danza nupcial que consistía en pegar patadas en el suelo y cazaban en grupos de cuatro individuos, atreviéndose incluso con animales mucho mayores.

Y la principal deducción es que eran mucho más variados en formas, tamaños y costumbres de lo que se pensaba hasta hace poco.

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