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Del Artico al Mediterráneo

Isabel Ferrer

El término espacio económico europeo se remonta a 1984 y fue mencionado por representantes de la CE y la EFTA durante un encuentro conjunto de los dos mayores bloques económicos de la Europa Occidental. Cinco años después, Jacques Derlors, presidente de la Comisión Europea, propuso al segundo una forma de asociación que no entorpeciera el propio proceso de integración comunitario.Los encuentros informales y las discusiones protagonizadas desde entonces por los 19 países se saldaron el pasado lunes con un acuerdo que llega poco antes de la entrada en vigor del mercado único europeo. Este marco incluirá también a los recién llegados, dibujando así la mayor zona de libre cambio del mundo.

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Para participar en esta empresa, la EFTA ha debido hacer varias concesiones. Por un lado, no participará en el sistema de subsidios establecidos por la Comunidad para sus 12 miembros. Tampoco tendrá poder de decisión en la redacción de normas comunitarias aunque es posible que permanezca en calidad de observador. Sí deberá asumir por el contrario la legislación comunitaria relativa a las cuatro libertades propias del mercado único. Su contribución económica, además, engrosará el capítulo de fondos estructurales de la CE y favorecerá a sus cuatro países más pobres (Grecia, Portugal, Irlanda y España).

El otro plato de la balanza presenta un saldo más favorable para la EFTA. Cuando ésta fue creada en 1959, el Reino Unido y Portugal se contaban entre sus miembros. Desde entonces ha perdido también a Dinamarca y España y ganado a Finlandia. Con el tiempo, el experimento europeo protagonizado al principio por seis países (Benelux, Francia, Italia y Alemania) ha doblado su número. Para la EFTA el acuerdo del lunes suponer adaptarse a las normas de la CE pero también participar en la ampliación de un mercado frente al que quiso ser alternativa y se ha convertido en interlocutor. En 1989 el 59,5% de las importaciones y el 56,6% de las exportaciones de la EFTA procedían o llegaban a la CE. Ese mismo año ésta enviaba a la EFTA el 26,3% de sus exportaciones y recibía el 22,9% de sus productos.

Si las intenciones de Jacques Delors eran ciertas, sus deseos no se han hecho realidad por lo menos en el caso de Austria y Suecia. Las dos han solicitado formalmente su entrada en la CE y las conversaciones con los suecos pueden comenzar el año próximo. En los últimos días incluso Suiza ha reconocido que antes o después pedirá también la adhesión. Noruega, por el contrario, mantiene abierta la herida del referéndum de los años setenta.

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