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Las cuatro facciones que luchan en Camboya firman el adiós a las armas

Juan Jesús Aznárez

Camboya, saciada de cementerios y verdugos, firma este miércoles la paz en París después de más de dos décadas de guerra. Bajo los auspicios de la ONU, los cuatro bandos en lucha rubricarán un armisticio que permitirá al país honrar a sus muertos y comenzar un lento y precario proceso hacia la reconstrucción física y la democracia. Los jemeres rojos de Pol Pot, odiados por más de un millón de viudas, mutilados o huérfanos, participan también en la reconciliación nacional.

Pasarán años, sin embargo, hasta que esta nación de 7 millones y medio de habitantes pueda superar los horrores del pasado. El estallido de la guerra de 1978, cuando tropas de Vietnam invadieron Camboya corno respuesta a incursiones camboyanas en sus límites fronterizos, constituyó un cruento suma y sigue en la historia de este país, de 7,5 millones de habitantes, independizado de Francia en 1953, pero en permanente conflicto y con 350.000 refugiados malviviendo en los campos de la frontera tailandesa. Vietnam, que estableció un Gabinete bajo su. tutela en Phnom Penh después de desalojar a los jemeres rojos que habían derrocado al general pronorteamericano Lon Nol y diezmado Camboya en las brutales purgas de 1975, ha facilitado el acuerdo de París. También lo ha hecho China, después del gran apoyo prestado a las hordas de Pol Pot reagrupadas en guerrillas y al príncipe Norodom Sihanouk, dirigente honorífico de la coalición antigubernamental. Estados Unidos, que apoyó al grupo más moderado de los tres que conforman la oposición armada, ha promovido igualmente el plan.

La imposibilidad de una victoria militar fácil y el cambio de tendencia de las relaciones internacionales tras los cambios en la URSS, más que la sensatez política, parecen haber conducido al cese de hostilidades en esa nación, acostumbrada a la injerencia extranjera y a las extrañas alianzas.

Extrañas alianzas

En la agrupación guerrillera conviven el Frente Nacional de Liberación, que cuenta con el visto bueno de Washington, y los seguidores de Pol Pot, considerado el principal responsable de las barbaridades cometidas hace 16 años cuando unas tropas fanatizadas vaciaron las ciudades, abolieron el dinero y la propiedad privada, quemaron los libros y asesinaron en masa. China y Vietnam, los principales poderes comunistas en Asia y actores fundamentales en el largo proceso negociador, mantienen pese a todo discrepancias respecto a la convocatoria de elecciones generales bajo el control de la ONU. Ninguno de estos dos países reconoce el sistema pluripartidista, y una consulta democrática en Camboya es considerada en los sectores más ortodoxos de sus partidos comunistas como lesiva para los intereses nacionales.

De todas formas, el Partido del Pueblo Camboyano (ex comunista), en el poder, decidió el pasado día 18, durante un congreso extraordinario, terminar con más de 13 años de filosofía y práctica marxista y abrazar el pluralismo y la economía de mercado. El congreso aprobó también una resolución por la que Camboya rechaza entrar "en cualquier alianza militar que haga peligrar su neutralidad".

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Según el acuerdo de paz, la ONU controlará la repatriación de los 350.000 refugiados, que tienen el derecho a elegir su ubicación con libertad, y las cuatro facciones en disputa formarán parte de un Consejo Supremo Nacional presidido provisionalmente por Norodom Sihanouk -quien volverá a Phnom Penh en noviembre- hasta la celebración de elecciones generales.

En aras de la paz, los redactores del plan retiraron el cargo de "genocidio" contra los jemeres rojos, pero la imputación sigue viva entre las familias de las víctimas. En París se proclamará la paz, pero subsisten dudas sobre el acatamiento del acuerdo por las fuerzas en armas. Según el Military Balance, el Gobierno de Camboya dispone de un Ejército de 11.800 hombres, Pol Pot cuenta con 30.000 combatientes, Sihanouk con 18.000 y el comandante Son San, del Frente Nacional, mantiene alzados a 12.000.

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