Dentro de la central de Chernóbil
La lluvia se cuela insolente en la sala de turbinas de la central nuclear de Chernóbil, a unos 150 kilómetros de la capital ucrania, Kiev, por la enorme brecha, de 60 metros de largo por 48 de ancho, abierta en el techo del módulo 2 por el incendio que el pasado viernes trajo a la memoria y a los corazones de los habitantes de la región la catástrofe de abril de 1986, la mayor tragedia de la historia de la energía nuclear para usos pacíficos, que ha provocado la muerte de centenares de personas.Un reducido grupo de periodistas, entre ellos un enviado especial de EL PAÍS, observaron ayer sobre el terreno la magnitud de los daños y comprobaron que no se ha producido esta vez ninguna fuga de radiactividad.
El lugar del accidente, situado en una gigantesca sala de máquinas de 600 metros de largo, es un amasijo de aluminio fundido, hierros retorcidos y cascotes. Según un portavoz de a central, Serguéi Akulinin, un fallo eléctrico provocó el accidente. Chernóbil está ya condenada a muerte. Páginas 26 y 27
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