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LAS DROGAS Y EL RACISMO

La sangre pide más sangre

Los gitanos de Los Focos y Pies Negros aseguran que se defenderán

Ana Alfageme

El patriarca gitano mastica pollo con arroz sobre una mesita baja cubierta con un hule descolorido. Y dice: "Cuando los gitanos vemos sangre, queremos más sangre, y si hay guerra, el cementerio no va a llegar para los payos. Él y su prole -todos asienten- llevan ocho meses viviendo entre paredes de aglomerado rematadas con cartones de leche en las que se amontonan las mantas portuguesas. Allí esperan unas casas de verdad, las del asentamiento paralizado por los vecinos del barrio madrileño de Villaverde en su protesta contra la droga. Se lavan con el agua que les traen un par de veces por semana y no tienen luz.La autovía de circunvalación M-40 les dejó sin su chabola de toda la vida (22 años allí) y los desplazó un poquito más allá, siempre en Los Focos. Pero sólo irán a Villaverde si todo se "aplana". Como decía Victoria, una gitanilla rubia y joven, "no vamos porque los payos nos quieren matar".

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Desde Los Focos, entre basura y coches baratos, entre chamizos donde se ven melones, edredones y golosinas -"eso vendemos para vivir, eso, no droga", aseguran-, los gitanos quieren casas. Donde sea. "Si hay que matarse con los de Villaverde, nos matamos, pero las viviendas, primero", remataba otro patriarca, confiado en que lo del asentamiento no llegue a mayores. "Nosotros les dimos a los payos la M-40 y nosotros se la podemos quitar", comentaba un pariente jovencito. "Eso, la cortaremos", respondía el jefe. "Y no pasará ni un coche". "No

No se perciben aires guerreros, pero si les atacan, se defenderán. Eso dicen de la dichosa droga, que "el que tenga que pagar, sea gitano o payo, que pague". "Pero que no paguemos todos".

Colchones en llamas

Dicen Jesús y Araceli que les taparon el lunes por la noche una ventana de su. chabola de Pies Negros con un colchón en llamas. Su coche no se libró de dos o tres pedradas. Se habían encerrado por la manifestación de vecinos de Entrevías que a diario acosa el poblado con sus gritos contra la droga. Al lado, otra casucha ardía al tiempo. Unos trapos iniciaron el incendio de la casa de Nati, "una mujer muy conocida allí por su relación con el narcotráfico", aseguran fuentes policiales. Pero Nati estaba en el hospital, y sus cinco hijos, en la chabola. La mayor, de 16 años, ayudaba a salir a sus hermanos -las llamas quemaron la puerta y un colchón-, mientras los agentes se acercaban. Dice la policía que los críos recogieron el dinero y se marcharon a pasar la noche en el Pan Bendito con unos tíos."Pagamos justos por pecadores", comentaba Jesús. "Eso", decía un aserrador payo, vecino suyo. "Lo que pasa es que la gente está hasta las narices de la droga y no distingue, porque estos señores no se meten en nada". A los hijos de Araceli -tiene seis- les increpan en el colegio, y ella dice que hay racismo.

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Una palabra que se repetía ayer en un Pies Negros casi vacío de yonquis, lleno de policías y de chabolistas increpando a quienes querían colocar papelinas. "¡Quitaros de ahí, vamos, que aquí estamos todos sin vender!", chillaba una mujer. ¿Los vecinos de Entrevías? "Son unos hijos de puta", gritaba una gitana inmensa, que repetía que los camellos gordos son los payos, "los mismos que están ahí gritando". "Ahora, nosotros estamos armados; si ellos me pegan un tiro, yo se lo pego a ellos".

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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