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Edith Cresson, en la UVI política

El 55% de los franceses desea que la primera ministra sea reemplazada de inmediato

En las tres décadas de historia de la V República Francesa jamás un presidente había tenido que bajar de su olimpo para implorar apoyos para el primer ministro entre sus propios partidarios. El pasado miércoles, en pleno Consejo de Ministros y en presencia de la interesada, François Mitterrand exhortó a los reunidos a cerrar filas en torno a una Edith Cresson "injustamente atacada". Las respuestas no se hicieron esperar. Una catarata de apoyos verbales a Cresson se desencadenó a continuación desde los despachos socialistas.En toda la V República nunca un primer ministro había conseguido ser tan impopular en tan poco tiempo. Las últimas encuestas de opinión revelan que el 55% de los franceses desean que Mitterrand reemplace a Cresson de inmediato, según France Presse. Agricultores, enfermeras, policías, disminuidos físicos, asistentes sociales, todos los grupos sociales que en este otoño se manifiestan en París, coinciden en bromear en sus pancarta y consignas sobre la supuesta ineptitud de la primera ministra.

La misoginia o el machismo no explican por completo tal impopularidad. La falta de imaginación que parece dominar su acción gubernamental, las reticencias de muchos de sus ministros a aceptar su liderazgo, su casi confesada incapacidad para luchar -en una coyuntura de parón económico- contra el desempleo, los problemas de los suburbios, la ascensión del racismo, la decadencia de la agricultura, la crisis del sector automovilístico y otros males de la sociedad gala han decepcionado en menos de cinco meses a muchos franceses.

En el momento del nombramiento de Cresson, el publicitario Jacques Seguela pensaba que la primera francesa que ocupa el Hotel Matignon podía haber compensado muchas dificultades con una "seducción femenina" de la opinión pública. Sin embargo, de un modo extrañamente instantáneo, su "estilo" -su dependencia del presidente, sus comentarios agresivos sobre países extranjeros o sectores nacionales, su aire de permanente crispación- la han hecho antipática entre buena parte de sus compatriotas.

Las dudas sobre la permanencia en Matignon de la primera ministra se han adueñado de los propios socialistas. Pese a que Mitterrand insiste en que Cresson no será reemplazada hasta por lo menos 1993, numerosos socialistas especulan desde las pasadas vacaciones estivales con su sustitución por Jacques Delors, el actual presidente de la Comisión Europea. Esas dudas y esas especulaciones hieren el orgullo del presidente y le refuerzan en la convicción, de mantener en su puesto a la que llama su "soldadito".

La oposición es particularmente cruel con la primera ministra. Jacques Chirac, Valéry Giscard d'Estaing y los otros grandes líderes procuran mostrarse discretos, pero dejan que sus segundos se ceben un día sí y otro no con Cresson. El diputado neogaullista Robert Pandraud afirma: "El principal problema político de Francia es la carencia de legitimidad de la primera ministra".

Para la oposición, acepta alborozado el diputado liberal François Aubert, la presencia en Matignon de Cresson es "un regalo". "Si yo fuera socialista", dice Aubert, "desearía que Cresson se fuera lo antes posible; pero como miembro de la oposición deseo, evidentemente, que se quede un tiempo más".

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