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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Carta a las madres de Mancha Real

Ayer os vi en una foto de EL PAIS y más tarde en la televisión. Estabais ahí, frente al colegio Sixto Sigler, defendiendo valientemente la pureza racial de vuestros hijos ante la brutal agresión de cuatro desalmados asesinos.Cierto es que esos criminales eran pequeñitos, que ninguno pasaba de los 10 años, y que parecían tristes y asustados. Es verdad, sí. Pero es más cierto aún que el amor de madre es una fuerza capaz de arrancar disfraces, de deshacer engaños. Y vosotras, que no sólo amáis a vuestros hijos, sino a todos los niños de buena sangre, habéis sabido distinguir al asesino allí donde los demás sólo veíamos a un niño desconcertado y temeroso. Sois sabias, madres de Mancha Real, y sabéis que la mala hierba, antes de serlo, es semilla mala.

Bravo, nobles madres de Mancha Real. Habéis tenido la agudeza de entender, de comprender en su meridiana claridad, que esos niños gitanos (¡que osaban querer sentarse a estudiar al lado de vuestros hijos de piel tan blanca!), antes que niños, antes que seres humanos siquiera, lo que son es gitanos. Gitanos: una subraza, pura escoria.Claro que esta idea, este sentimiento vuestro que os mueve a una justa violencia, no creáis, tampoco es tan nuevo. En la primera mitad del siglo XX hubo un líder centroeuropeo que pensaba igual que vosotras. Un líder que, además, supo cuál era el trato que había que dar a los gitanos. A los mayores los encerraba en campos de trabajo (¿os imagináis? ¡Un gitano trabajando! Qué grande debió ser ese líder ... ), hasta que ya no podían trabajar más. Entonces los trasladaba a campos de exterminio, donde eran limpiamente gaseados, higiénicamente eliminados.

A los niños gitanos, este líder iluminado por la verdad de la raza les hacía algo distinto. Les trasladaba a hospitales donde sus médicos les inyectaban gasolina en sus pequeños corazones de niños gitanos, procurándoles así una agonía algo más dolorosa y larga, pero igualmente definitiva.¡Ya, ya! Ya sé que esto último os horroriza, ya sé que conmueve vuestros corazones de madre.

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Pero debéis entender que, en aquel entonces, la gasolina estaba mucho más barata y no era tanto el despilfarro de combustible.

Post scriptum: estoy convencido de que no todas las madres de Mancha Real son como vosotras. En caso contrario, sería demasiado real la mancha, demasiado oscura- .

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