Andreotti logra fijar los presupuestos de 1992 en plena tormenta política
El primer ministro italiano, Gitilio Andreotti, logró ayer que su Gobierno, integrado por democristianos, socialistas, liberales y socialdemócratas, aprobara un proyecto de ley de presupuestos para 1992 que debería reducir el hasta ahora incontenible déficit público en unos 55 billones de liras (más de 4,5 billones de pesetas). Y lo hizo en medio de tal tormenta política que el secretario de la Democracia Cristiana, Arnaldo Forlani, describió el logro de Andreotti, con cierta amargura, mediante esta metáfora vaquera: "En el saloon se dispara a lo loco, pero él sigue tocando el piano". Es cierto que, sobre la política italiana, ha abierto fuego todo el mundo, incluidas la Mafia y la Iglesia.
Cesare Romiti, consejero delegado de la Fiat, lanzó hace pocas semanas una salva sin precedentes contra una clase política que se muestra tan incapaz de atajar el crimen organizado como de sanear las finanzas públicas, los dos factores que están hundiendo la economía oficial italiana. Las conexiones entre Mafia y política son siempre un tema espinoso, pero, en cambio, es un hecho que el omnímodo poder de los políticos de este país se basa en su capacidad de administrar el déficit del Estado y un sector público que constituye el segundo grupo industrial de Europa, con el doble empleo que la Fiat.La reacción de los políticos no fue menos violenta que el ataque de Romiti. Hablaron de un asalto de "pistoleros"; como poco, antes habían llamado "simple carrocero" al constructor de automóviles Sergio Pininfarina, actual presidente de la patronal italiana. Los indicadores de coyuntura, con una balanza de pagos en absoluta decadencia, añadieron nueva tensión a la polémica sobre una crisis que, aunque antigua, se mira en el horizonte de 1993 y no admite demoras.
Arnaldo Forlani volvió a introducir el fantasma recurrente de las elecciones anticipadas, una medida que ya no parece que pueda resolver problemas de fondo, dado que las regulares se celebrarían en mayo, y que se encuadra más bien en las maniobras de los políticos para situarse en la próxima legislatura. Andreotti, paradigma de la continuidad del sistema, decidido a afrontar desde la presidencia del Gobierno la sucesión del presidente de la República, Francesco Cossiga, respondió secamente desde China: "SI alguien sabe hacerlo mejor que yo, le daré mi felicitación paterna".
La Iglesia entró inesperadamente al trapo electoral de Forlani, cuando la Conferencia Episcopal recomendó a los católicos, la semana pasada, que sigan votando por la Democracia Cristiana. Junto al rosario de protestas de los políticos laicos, destaca una perla de Andreotti que, aunque en un contexto diverso, dejó caer: "La Iglesia y el Vaticano no son la misma cosa". Se dice que, desde la salida de Agostino Casaroli de la Secretaría de Estado, las relaciones entre el primer ministro y la Santa Sede son menos fluidas.
La aprobación de los presupuestos lograda ayer era condición indispensable para la continuidad del actual Gobierno, pero no pondrá fin a las estratagemas habituales en un sistema de elección indirecta de las más altas magistraturas del Estado, en el que los candidatos tienden a negar sus ambiciones en público y a maniobrar en la sombra.
Los mismos presupuestos serán ademas criticados. El objetivo loable de reducir el déficit de este año en casi un 40% se logrará más por la ampliación de ingresos que por la reducción del gasto.
Alguna medida básica considerada, como la revalorización catastral, tenderá a ser impopular, y otras, como la amnistía fiscal para todos los que ingresen un 25% más de lo que pagaron entre 1986 y 1990, resultaron en el pasado escasamente recaudatorias. Hay un grave problema de credibilidad, porque el déficit público ha sido en los últimos cuatro años hasta un 14% mayor del previsto, se ha situado por encima del 10% del PIB y ha generado una deuda pública que desde 1989 supera a esa magnitud macroeconómica.
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