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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El nuevo racismo

NO PARECE que una autoridad de la envergadura de la que ostenta el alcalde de Madrid, que tiene una de las representaciones más importantes de su partido, el Popular, pueda ni siquiera formularse la denegación de viviendas sociales de realojo a quienes tengan antecedentes policiales; ni siquiera penales.El grupo de vecinos y pequeños propietarios de Villaverde que se oponen fisicamente a la construcción de las viviendas que van a ocupar gitanos, y que tampoco admiten estas aberrantes propuestas municipales, lo hacen para prevenir unos delitos que se van a cometer: las más elementales normas de derecho y de moral rechazan el proceso de intenciones y obligan a una presunción de inocencia. Quizá sea más verosímil el que estas propiedades vayan a perder valor en el mercado; pero también porque los posibles compradores no querrán vivir donde hay gitanos realojados. Aparte de estos intereses, está la reclamación de una superioridad, de una casta "decente".

El problema desborda lo local: es español. Las discriminaciones contra niños gitanos en los colegios públicos se están multiplicando en todo el país en este comienzo de curso. Es inhumano. Se está desalojando, cercando, a un grupo de españoles con características raciales determinadas utilizando para ello todos los pretextos posibles: se les está arrojando al descampado, a la marginación y a la necesidad de vivir como les sea posible, incluso por el delito, para cerrar luego el círculo de esa posible delincuencia y atribuirla a un carácter racial.

Durante un tiempo, estas razones han estado acalladas; nadie se, atrevía a confesarse racista, porque muchos querían mantenerse en un tono de distinción espiritual. Una serie de circunstancias internacionales está haciendo ver de nuevo al racismo y a la discriminación por características externas o por rasgos de pobreza como algo posible e, incluso, justo y necesario. No parece que el conservadurismo pueda ejercerse fragmentariamente en algunos terrenos: lo hacen avanzar en bloque, con todas las lacras del pasado. Los partidos de ultraderecha, neonazis, xenófobos y racistas están progresando en toda Europa.

Quizá importen menos esos extremistas que la difusión de unas ideas nocivas que se van infiltrando en toda la sociedad. La complicidad de una figura representativa como es la del alcalde de Madrid, unida a las actuaciones desmedidas de otros miembros de su Ayuntamiento de la derecha, son graves en cuanto parecen dar razón a tales actitudes. Pueden ser más graves en el futuro electoral para el partido que representan y pueden hacer variar el concepto tan extendido según el cual todas las ideologías han dejado de diferenciarse en aras de la eficacia.

La actitud del Defensor del Pueblo es inequívoca. Para él, el derecho de la sociedad a no soportar conductas antisociales ni delincuencia debe estar garantizado por la policía y la judicatura, los delitos castigados y la deuda pagada sin que ninguna clase de antecedentes pueda condenar a una familia a la pérdida de sus derechos civiles. Su discriminación es anticonstitucional. Las respuestas dadas hasta ahora por el alcalde de Madrid no son satisfactorias y sigue creyendo que debe haber una "baremación" (sic) por la cual buenos y malos comportamientos den o quiten méritos para ocupar las viviendas sociales. Como en los tiempos de la caridad y los conceptos ideológicos y morales de quienes la ejercían.

Puede ser que este caso concreto se resuelva de la mejor manera posible, aunque la actitud levantisca continúe en el barrio y las autoridades la favorezcan por su propio concepto de clases sociales marcadas, además, por signos externos de raza. Con todo, lo grave es la divulgación de estas ideas desde la caverna. Equivale a atizar un fuego de difícil control.

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