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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Neopaganismo

LAS SEVERAS acusaciones lanzadas por el papa Juan Pablo II contra la sociedad española, que, a su juicio, se ha paganizado y descristianizado, no son nuevas, pese al eco alcanzado en nuestro país. Idénticas críticas e incluso mayores las lanzó varias veces, por ejemplo, contra Italia y últimamente contra Polonia, su patria.Es probable que su interés por España -demostrado hace tiempo cuando eligió a san Juan de la Cruz como tema de su tesis doctoral de teología- le llevara a estudiar con detenimiento su evolución. Si en un primer lugar consideró que debía haber sido la reserva espiritual de Occidente frente al materialismo consumista, como Polonia debía haber sido la fortaleza ante el ateísmo del este de Europa, en ambos casos sintió una profunda decepción. De ahí, quizá, que el tono recriminatorio usado ahora para España y hace unos meses para Polonia fuese coincidente.

Cuando España inició su camino de encuentro con los otros países democráticos de su entorno se dio una nueva Constitución no confesional y separó saludablemente la Iglesia del Estado, en consonancia con su nueva identidad pluralista. El Papa polaco consideró todo ello como una traición y culpabilizó a la jerarquía eclesiástica española, presidida entonces por el conciliar cardenal Tarancón, de haber permitido una Constitución atea en la católica España. Lo cierto es que desde entonces el Vaticano ha ido modificando paulatinamente la cúpula episcopal, buscando a través de los cambios una mayor consonancia con los criterios integristas que campean por Roma, arrinconando de paso a los sectores jerárquicos y de base que, dentro del clero, mostraban mayor inclinación por los conceptos progresistas y conciliares.

Todo hace pensar que los obispos españoles y el Papa -a quien jalean y abruman con informes pesimistas contra una sociedad que goza del respeto internacional y, sobre todo, del autorrespeto- intentan reconquistar parte del antiguo poder que tuvieron con el antiguo régimen. Quizá piensen que, ante la posibilidad de un giro electoral político hacia la derecha, ha llegado la hora de que España pueda llegar a ser como la había imaginado el papa Wojtyla, un valladar frente al ateísmo materialista. Si así fuese, supondría no entender la evolución social de los pueblos, muy por encima de las coyunturas políticas y del partido que gobierne en un momento dado.

Hay una reflexión que no se debe olvidar en ningún momento: España, neopagana o consumista, creyente o atea, es, básicamente, como la han querido conformar sus ciudadanos, e, históricamente, los cambios sociales resultan difícilmente reversibles.

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