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"Es racismo y puro racismo"

La comunidad gitana española ve rebrotar cada año su marginación social y escolar

Este año fueron Mancha Real, Aitona y el pueblo madrileño de Villaverde. El año pasado, Andújar. Se repiten invariablemente las dificultades de la comunidad gitana en la sociedad paya, sólo por intentar saltar de la chabola al piso o de la ignorancia a la escuela. "Es racismo y puro racismo. Y con ello se está vetando a los niños gitanos para salir de donde están sumergidos", sentencia José Salazar, secretario de la Asociación Integración Gitana. Manuel Martín, de Presencia Gitana, ya no quiere ni contestar. "Hemos llegado al cansancio y a la hartura. Esto es una vergüenza nacional".

Manuel Martín se pregunta por qué la Administración no previno los sucesos escolares ocurridos esta semana en Mancha Real, tras los enfrentamientos meses atrás entre payos y gitanos. "¿Por qué el ministro, en lugar de irse a la sierra pobre de Madrid a decir a los chicos que no pueden estudiar más que formación profesional -porque ése era realmente el mensaje-, no se fue a Mancha Real el primer día de clase?"."Las cosas no han cambiado en 20 años. Franco, UCD, PSOE. Todo sigue igual", se lamenta. "Y que no hablen de xenofobia", quiere aclarar José Salazar, "eso se refiere a la aversión a los extranjeros, y nosotros somos ciudadanos españoles. Es racismo y puro racismo".

Los argumentos del rechazo se repiten. De antemano se espeta un "yo no soy racista, pero que no se mezclen conmigo", como declaraba en un conflicto cercano un vecino de la localidad madrileña de Vicálvaro. En aquel barrio presumían orgullosos de "hasta tener un negro". Razones oídas estos días se refieren a drogas, jeringuillas en los patios y al mal ejemplo, cuando no a "motivos higiénicos", como los esgrimidos el pasado jueves en Villamiel (Toledo).

Nuevas acusaciones sobre los antaño tachados de ladrones de gallinas. "Experiencias de las que no conocemos su valor estadístico, pero, sin embargo, aceptamos como genuinas-, responde el antropólogo Julio Caro Baroja. Claro que, como también reconoce, "es difícil convencer al español de lo contrario, si todavía pesa en él la suspicacia de que 1 el converso es falso".

El peso de la leyenda

"Yo eso no lo acepto, pero reconozco que es el peso de una leyenda", explica Francisca Tricio, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos (CEAPA), "y que la marginación se produce de forma irracional y a priori", Tricio culpa en parte a "una deficiente política de integración escolar" en un pasado muy cercano. La otra cara de la moneda, recuerdan las autoridades educativas, son los 17.000 niños gitanos integrados en 250 escuelas públicas en toda España.

Ese peso de la leyenda ha enfrentado esta pasada semana a 60 familias payas del pueblo toledano de Villamiel con 400 temporeros gitanos, la mayoría portugueses, que plantaron sus tiendas en un secarral a la entrada del pueblo para la recogida del tomate. Los lugareños dicen que les miran desafiantes los enseres. El problema parece radicar en la cantidad. Las gitanas iban en grupo a comprar y el tendero no podía controlar bien la mercancía. Por eso ahora entran en fila y de a dos.

"Vaya que si me enfadé", dice Chinata, gitana y extremeña, "si a mí no me han visto de robá, ¿por qué me tratan asín?". Su amiga Argentina se lamenta: "Llevamos una vida mu mala. Tenían que poné otros trabajillos, leyes nuevas. Porque tenemos hijos y nos comen mucho".

Los chavales, mientras tanto, juegan aprovechando la hora de la siesta. Son dos meses en los que dejan temporalmente la escuela para ayudar a cargar tomates, aunque ellos, oficialmente, no cobran. La escuela es para Ángel, de 10 años, y Vanessa, de 8, el camino para salir de esto. Además les gusta. Ella piensa llegar a maestra, y el gitanillo, arrubiado y despierto, no quiere trabajar como sus padres. "Quiero tener una carrera. Camarero o algo así".

Menos claro es el destino de Francisco, que asegura tener muchos más de los 12 o 13 años que aparenta. Imposible averiguar si va a la escuela. "Pero sé leer y escribir. ¿Te lo demuestro?, insiste. Su hermana María, apenas dos años mayor, acuna a su bebé, en el suelo, al lado ,de un muñeco de las mismas dimensiones del crío.

"En vista de que con los padres no conseguimos nada, nos vamos a dirigir a los niños", anuncia José Salazar. "Les vamos a pedir que se resistan; que no caigan en la trampa el odio. Salazar cree firmemente que el racismo es producto de la incultura, y por ello pide que a los gitanos "no se nos vete el futuro".

¿Dosis de cultura contra la irracionalidad? Julio Caro Baroja tiene sus dudas. "El progreso no ha aportado demasiado al racismo. La cuestión es que, en el mundo moderno, los elementos irracionales de la vida son iguales que en otras épocas". Esa cultura renovadora puede convertirse en dogmática, a juicio del antropólogo, y servir de vehículo para reivindicar "la superioridad propia respecto a la ajena". "No podemos olvidar que en España siempre existieron fobias entre regiones ,

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